Datos personales

Mi foto
POST MORTEM In Paradise we would be handled by huries, virgins with eyes like stars, inmarcesible virginity that is reborn with every kiss and saliva so gentle that a little bit fall in the ocean all the water would be sweeten. Du Ryére, Le Coran

sábado, 9 de agosto de 2014

Un hogar sin paredes

Un hogar sin paredes


La camioneta de Pedro deja una estela de polvo a su paso por el camino que lleva al pueblo. En la radio se escuchan fragmentos de una canción desconocida y la estática viene y va. Pedro tiene demasiadas ideas. Necesita despejarse un momento. Se orilla y apaga el auto. Desciende del vehículo y echa un vistazo. Para donde se mire, el color verde impera. Entonces lo asaltan recuerdos de su vida pasada. Cuando vivía su padre y casi lo escucha decir:
- Hijo, aquí se cultiva la leyenda, crece la confianza, se comparte la seguridad.
Ahora, tiempo después, sabe que cada hombre escala su propia montaña, conquista su tierra y se llena de satisfacción realizando sus propias hazañas.

Pedro mira al horizonte como si algo le debiera y apurando el paso, asciende a su camioneta. Su familia lo espera, su mujer, Malena debe de estar cocinando, Celso en cambio, libre de preocupaciones se entiende con una rana que encontró por ahí. Al ver a su padre corre y lo abraza.
-     ¡Encontré una ranita!- le dice el niño emocionado- ¿Me la puedo quedar?
Pedro sonríe.
-     Pero claro, solo que a ver si no salta y se esconde y... Celso estalla en risas al sentir las manos de su padre haciéndole cosquillas. Luego lo carga, lo besa y entra a la casa donde su mujer prepara la cena.
-     ¡Mira lo que traes chamaco! Ya te he dicho que no andes ahí en la hierba porque salen bóviras y arañas que te pueden comer vivo – le dice mientras pica jitomate y cebolla, un sartén humea en la estufa.
Celso voltea a ver a su papá, ahora serio le pregunta.
- ¿Verdad que no?
Pedro sacude la cabeza dándole la razón al niño en silencio.
-     Eso huele muy bien – le dice a su mujer.
-     Ya casi está la cena, mejor váyanse a lavar las manos- contesta ella.

Afuera, incontables estrellas anuncian una bella noche, el viento sopla mientras los árboles se estremecen.
Ya sentados en la mesa, Malena sirve de cenar, se sienta y todos rezan en silencio, con las manos juntas.
-     Oye pá, ¿Puedo ir contigo mañana? – pregunta Celso con la boca llena.
  Pedro apura a masticar el bocado.
-     No puedo mañana campeón – le dice alborotando el cabello de Celso – Mañana voy a estar ocupado, vienen de la ciudad unos señores a hablar con nosotros. Mañana no vengo a comer, nos veríamos hasta la noche, flaquita.
-     Suerte Pedro, a ver si ahora si avanzan algo – le contesta Malena.

Todos preparados para dormir; Celso acostado en su cama, con la ranita en el abdomen, Malena preparando la cama y Pedro leyendo unas hojas sueltas.
Afuera empezaron a caer primero unas cuantas gotas de agua aisladas, luego una ligera tempestad sucedió subiendo de intensidad poco a poco.
Celso se asomó a la ventana llamando su atención el sonido de la lluvia torrencial. De pronto, a unos veinte metros de donde está la casa, un árbol, de mediana estatura, comenzó a moverse, primero unos centímetros luego un par de metros hasta quedar estático de nuevo.
El evento hizo que Celso corriera a buscar a sus papás.
-     ¡Má! ¡Un árbol! – apurado le decía para que la acompañara- ¡Está caminando!
-     ¿Quién está caminando? – preguntó Malena.
-     ¡El árbol! – le dice Celso.
-     A ver, vamos – dice Malena extrañada y al parecer le dio curiosidad concluyendo que la lluvia daría a miedo a Celso o algo por el estilo.

Por la ventana, la lluvia distorsionaba la imagen del árbol que se dibujaba difusa, no se movía a lo que Malena dijo:
-     ¿Cuál, Celso? ¡Ay chamaco! Mejor ya vete a dormir.
Celso metió la ranita en una caja y se metió en la cama, Malena lo cubrió con las cobijas y le dio un beso. Le hizo la señal de la cruz y el niño cerró los ojos complacido.

La mañana siguiente nace embebida de agua de lluvia, de aire fresco y limpio, de olor a hierba mojada.
Pedro se sube a su camioneta, se escucha el ruido de motor y luego avanza. Apenas está amaneciendo. El árbol que había visto Celso moverse la noche anterior, brillaba por un efecto que los primeros rayos de sol refractaban en las gotas de lluvia.
Esta vez Pedro llega y se encuentra a todos los campesinos ya esperándolo. Hace frío, se puede ver el vapor saliendo de las bocas de todos cuando hablan o cuando respiran.
-     Buenos días a todos – dice Pedro imprimiéndole un leve ímpetu a su tono de voz.
Los campesinos murmuran regresando el saludo.
-     Buenos días, Pedro – es Rutilio, uno de los amigos y compañeros de trabajo de Pedro, quien le dobla la edad y fue buen amigo su padre.
Hay una cierta tensión en el aire que Pedro trata de disipar.
-     Me da gusto que estén todos, las cosas están por resolverse.
 - Bueno, estábamos platicando y la mera verdá que nos preocupa esta situación – dice Rutilio en plan conciliador aunque es aparente su molestia.
       -  Sí, se han atrasado los pagos, pensé que estábamos de acuerdo en esperar un poco más. Aparte no podemos abandonar la cosecha ahora que vamos por la mitad – contesta Pedro tratando de ser convincente.
       -  No pus sí pero se está corriendo el rumor de que no hay compradores y francamente eso sí que quita el sueño- dice Rutilio.
-     Pues no podemos hacer nada más que esperar, ahora les pido que esperemos una semana más – dice Pedro, mirando fijamente a Rutilio-. Vamos a esperar una semana más.
Rutilio baja la cabeza y la mueve con ligera desaprobación.
-     Bueno pues ya oyeron así que a darle que hay mole de olla.

Mientras, en su casa la tranquilidad es absoluta, sólo se oyen los cantos de algunas aves y el rumor de agua corriendo.
Las constantes lluvias se han concentrado, formando pequeños riachuelos, que en su devenir descubren las raíces de los árboles.
Malena lava y talla ropa en el lavadero; trae un paliacate y un delantal. Celso está en la escuela.

-     A ver niños… ¿Cómo les fue ayer? ¿Qué hicieron? – dice la maestra
Varios niños levantan la mano para hablar, la maestra los señala y uno por uno contestan.
-     ¡Yo atrapé una gallina!
-     ¡Yo anduve en bicicleta por todos lados!
-     ¡Yo junté flores!
-     ¡Yo vi caminar a un árbol!
La maestra volteó a ver Celso:
-     Los árboles no pueden caminar, porque no tienen pies – dice la maestra pacientemente -. ¿Quién le dice porque no pueden caminar los árboles?
Se escucha un “¡Yo, yo, yo!” general.
-     Ya sé que no tienen pies maestra pero yo lo vi clarito – dice Celso.
-     Pues necesitas lentes – dice alguien.
Todos se ríen y la maestra dice:
-     No, no, a ver niños – mientras dibuja un árbol en el pizarrón -. Los árboles tienen unas cosas que se llaman R-A-Í-C-E-S y son muy profundas ya que por ahí comen los árboles absorbiendo los minerales y el agua de la                   tierra. Celso, los árboles no caminan – concluye – a ver, saquen su libro de Ciencias Naturales en la página que nos quedamos.
Se escucha una exclamación de queja general de los niños.
-     Las monocotiledóneas y las dicotiledóneas son la forma como se clasifican...
Celso se queda pensativo.

Ahora la lluvia sorprendió a todos en el campo. Malena levanta la ropa que estaba en los lazos que sirven de tendederos y en eso, se suelta la tromba otra vez. Ya dentro de su casa observa meditabundamente por la ventana del cuarto de Celso.
En ese momento la tierra reblandecida por la corriente espontánea y una inusual postura del árbol, le permiten avanzar erguido. Malena corrobora lo que Celso había comentado la noche anterior. El árbol camina.

Llega Celso empapado.
-     Quítate la ropa y no camines que vas a mojar todo – dice Malena envolviéndolo en una toalla frotando su espalda-   Te vas a bañar, ni modo y después de que hagas tu tarea puedes jugar con tu ranita ¡eh!
La tarde transcurre mientras no cesa de llover.

Ya muy entrada la noche llega Pedro. Malena lo estuvo esperando bordando figuras de frutas y al verlo se alegra de que nada le hubiera sucedido.
-     Hola, amor – dice Malena suavemente, mientras lo besa.
-  Se descompuso el tractor otra vez –le dice Pedro desanimado devolviendo el saludo – Rutilio se quedó conmigo para arreglarlo, estoy tan cansado que ni hambre tengo, vamos a dormirnos, negrita.

Malena piensa decirle lo del árbol pero no quiere entretener a Pedro que se ve apaleado por la jornada de hoy. Mañana será muy tarde ya que el árbol llevado por la corriente que ha crecido, encontrará el cauce del río y desaparecerá, junto con la cosecha de ese año.



Durmieron todos


Durmieron todos




Subsistía delirando, flotando en el tiempo, calumniado por sus ilusiones. La soledad se convertía en una suave cinta de seda que rozaría su cuello por las noches asfixiándolo  lentamente interrumpiendo su sueño donde los besos de Susana herían el hielo alojado en sus huesos y este escapara hacia las nubes, evaporándose, agradeciendo al sol su ansiada libertad.
El insomnio aplastante emancipaba la tranquilidad de la mente torcida de Tenorio y en la penumbra de su habitación, las sombras seguían reclamando la posesión de su alma, dividida por la erotomanía que evocaba con frases inequívocas intentando desatar los nudos que se enarbolaban en su interior.
Desde que regreso había enfrentado una situación desesperante, una angustia que se desbordaría como una fuente inagotable de ideas que no le pertenecían ya.
Evitaba toda ocasión social, inundado por armonías, vivía encapsulado, envuelto en una estimulación placentera de sus sentidos. Confundido, perdería el sentido, embriagado, embelesado a medias, con su romanticismo contenido. Tenorio, el artista corrupto seguía en busca de la inspiración encerrada en el cuerpo de Susana y los dos se cimbraban en un lecho tibio, mientras su corazón latía violentamente y después en la calma, el silencio traía consigo el recuerdo del último invierno, cuando la pequeña Juliet había pronunciado esas palabras tan extrañas:
---Quiero un poni, con silla y toda la cosa, quiero que tenga una pata rota ---Tenorio se adjudicó el significado, él era el poni, su rodilla le dolía cada vez más, ¿Era la sugestión o una maldita coincidencia? Después de sentir como la nieve comía sus ojos, hacía la llamada a larga distancia, la llamada desesperada, como todas las que le precedieron, impregnadas de sudor amarillento, como orina que se escurre del niño, al cual olvidaron colocarle un pañal y al sentir la corriente de aire frío colarse por sus extremidades su única reacción es  llorar y orinar, claro en este caso no hubo orina y llanto, hubo lágrimas sí, hubo sudor y sangre y grasa maloliente. La realidad era que estaba solo y desvalido, su cuerpo comenzaba a enfermarse y su alma a envenenarse. Se sentía como un cobarde huyendo a los brazos de Susana mientras que había ganado una batalla a la inercia.

Compró un boleto con la regordeta asistente del gerente. Estaba tan decidido a regresar así como a amar a la chica con la cual se estaba escribiendo de unos meses para acá. Estaba fantaseando con su cama, con los parques cerca de su casa. La comida de su madre, los programas de T.V. en su propio lenguaje. Volverse invisible y mezclarse entre su gente. Amaba su país más que nada
Sin pensar compró el boleto y vendió lo poco que tenía. Una vieja televisión, una computadora portátil casi obsoleta. Guardó algunas ropas en un veliz y lo dejó con su amigo. Sabía que no podía llevar tanto equipaje y guardaba una ingenua esperanza de regresar por su ropa algún día. La gabardina de su padre, el traje que le había comprado su tío, la corbata que le regalara su novia de la prepa.
Días antes de tomar tal resolución, compró una botella de vino. Al parecer se dedicaba a tomar y platicar con las mujeres de su país natal y tratar de sentir esa calidez que se le estaba negando. Ese día apuro la botella y comenzó a platicar con Alexa. Una chica local, joven, curiosa y tolerante. Suficiente para conocer a Tenorio en plena crisis e impulsivo le propuso ir mañana al parque a besarse. Ella accedió.
Al otro día, despertó y vistió las ropas que encontró. Se dirigió a su por demás curiosa cita. Después de meses todavía le sorprendía ver la nieve en los parques. El color era de un blanco tan puro que había veces que quería probar esa nieve. Como si fuera azúcar, caramelo, cristal líquido.
Ni siquiera Alexa, con sus abrazos tímidos y sus besos dulces, en el parque nevado, ni siquiera viviendo un sueño lúcido que a todas luces parecía idóneo para Tenorio, aun así se iría y mandaría todo al carajo. Esa belleza no le pertenecía. Era ajeno a tanta perfección y se sentía sucio, incómodo. Necesitaba del sol o moriría. Supo que tan importante era el sol en su vida hasta que al tocar tierra, el avión que lo llevó de regreso a su país natal, Tenorio encontró un mínimo de paz, al sentir los rayos de ese sol tan anhelado después de su exilio en tierras gélidas y estaba ausente el Astro Rey que despedía ese calor tan gratificante y tan anhelado, entonces sus ojos enjugaron dulces lágrimas de felicidad y cuando su pie posó en el suelo, un escalofrío llegó hasta la espina dorsal. Supo que estaba en casa, indefinidamente.








Elsa es la hija de un famoso químico farmacéutico en Londres, de figura espigada y altiva, caminaba por las calles y los desconocidos le sonreían.
Era médico cirujano y había residido en Madrid por varios años rotando en hospitales. El ritmo de vida fue demasiado vertiginoso, al fin y al cabo se decidió por dedicarse a la investigación en una clínica privada que trataban a pacientes desahuciados. En su mayoría  niños, que a pesar de tener los días contados en esta Tierra, no perdían el brillo de sus ojos y la sonrisa de sus labios era tenue, como la llama de una vela a punto de extinguirse. Elsa tenía un corazón de oro y no reparaba en atenderlos, dándoles medicinas y procurándoles cariño, abrazándolos como lo haría una madre.

Melody era la niña con la que más se identificaba. Contaba con seis años de edad, tenía una inteligencia como pocas. Su acento inglés encantaba a Elsa y platicaban horas, se podría decir que era su mejor amiga.
Perdió el cabello a causa de la quimioterapia y su vanidad quedo destrozada.
--Odio cuando ellos me llaman niño—decía y fruncía el ceño, cruzando sus delgados y pálidos brazos--- ¡Nunca más hablaré con extraños! Sólo contigo, Elsita —decía esto mientras la niña la abrazaba efusivamente.
A pesar de tantos años tratando situaciones difíciles, no podía dejar de sentir un pesar enorme y  reprimía sus lágrimas para explotar en las noches de luna y niebla. Elsa vivía con Marco un español que conoció en Madrid y que le recordaba un poco a su gente.
---¿Pero es que acaso lloras de nuevo, Elsita?---le decía en tono fraterno.
---Disculpa Marco es que ---suspiraba--¿Cuál Dios permite que un niño sufra así?
---Hombre, es que ese Dios que tú dices es sin duda ajeno a las emociones humanas, ya darán con algo, estoy seguro--- decía tratando de consolar a Elsa a quien veía entregarse en cuerpo y alma a socorrer a los pobres niños desvalidos.
---Mira ven tomemos un poco de café eso te reanimará—decía Marco imprimiéndole una ligera alegría a su tono de voz, tratando de contagiar con entusiasmo a su compañera. Sus mimos contenían algo más que una fraterna empatía.
Desde que se conocieron, Marco no pudo resistir los encantos de Elsa, sus ojos cautivadores, su boca de labios finos y esa figura de súper modelo, pero ella estaba consagrada a su clínica y a sus niños, en algún lugar recóndito de su ser reconocía también el gran atractivo de Marco, su sencillez y galanura lo hacían buen partido, pero en fin, después de tomar la mano de Marco esa última noche en Madrid, Elsa besó su mejilla en agradecimiento pero para ella eran suficientes las pláticas ingeniosas y el gusto de ambos por los vinos. Hablar de romance sería inadecuado y además no tenía tiempo. Marco trató de entender su punto de vista profesional y aceptó vivir con ella, haciendo a un lado sus propios sentimientos para no estropear su relación y hasta la fecha lo hacía bien, siendo un renombrado fotógrafo, no le faltaba compañía femenina que Elsa veía con un recelo latente casi imperceptible.


Sonó el despertador, en la habitación de Tenorio que vio por la ventana un cielo alboreado. Estiró la mano, lo apagó y volvió a su posición semi-fetal. Ese día sus hermanas, tomarían un viaje, llevando con ellas la luz del hogar y era menester de hermano llevarlas al aeropuerto. Viajaría con ellas su madre.
---Mamá, ¿Por qué no nos despertaste antes?---dijo Carmina, apresurada.
--Ah ¿Cómo crees? Si desperté a Tania hace media hora, pero no me hizo caso incluso, me disuadió diciendo que el vuelo era más tarde. ---contesto turbada Marie.
---No se nos hace tarde---dijo Tania con la boca llena de espuma por la pasta de dientes.
----aparte no esta tan lejos.
---No, no está lejos pero están haciendo obras, así que yo no sé---dijo Marie.
Carmina fue a la recamara de Tenorio y le dijo suavemente que ya era hora. Tenorio suspiró, contrariado puesto que había conseguido dormir una hora antes. Después de rumiar sus pensamientos pudo soñar con Ema y recordar su figura esbelta envuelta en esencias y mirar sus ojos despidiendo una pasión contenida, un fuego azul, de embrujo. Todavía estaba fresco el néctar venenoso que alguien había bebido parcialmente de esos labios calamitosos y acaramelados y que Tenorio desapercibidamente en su desabrimiento, permitía que entrara por su herida más profunda.
Sus hermanas viajarían lejos pero por experiencia sabía que el tiempo vuela y antes de que se diera cuenta ya estarían de regreso.



Los accesos de vómito de Melody preocupaban a Elsa.
---Quiero que paren---lloraba la niñita con su bata de estrellas y lunas con ojos y boca.
Las arcadas eran muy fuertes y ya había devuelto todo lo que tenía en el estómago. Si no hacía algo podría lastimarse así que después de cerciorarse que ella no estaba viéndola. Le inyectó un potente narcótico que convirtió su llanto incontrolable y sus arcadas, en un sollozo primero, luego  un murmullo y finalmente en respiraciones.
---Enfermera, tengo que salir pero no deje de llamar si algo le sucede a Melody— salió de inmediato con un nudo en la garganta.
Corrió directo al baño. Le embargaba la pena y temía que la vieran las enfermeras y la juzgaran por poco profesional. Nada ni nadie podía quitarle ese dolor e impotencia que sentía al no poder salvar a Melody.
Ni toda la ciencia, ni toda la fe cambiarían el funesto destino de la pequeña.  
De pronto se abrió la puerta del baño y el asistente del Dr. Krauss, Jasper, entró violentamente.
---¡Dra. Méndez! ¡Dra. Méndez! ¿Está por aquí? El Dr. Krauss...las células están reaccionando...tiene que verlo...—dijo excitado.

Elsa seco sus lágrimas, limpió su nariz y salió del W.C. donde estaba refugiada.
---¡Dra. Venga rápido al laboratorio! ¡Las células! ¡Finalmente...!—seguía excitado el asistente y hablando apresuradamente.
---Jasper, ¡Calma! ¿De qué estás hablando?—dijo Elsa con voz ligeramente nasal por la congestión que le había causado el llanto.
--¡Tiene que ver esto! En el laboratorio...las células... ¡Lo logramos!. —dijo el asistente viendo hacia arriba, como si tuviera una epifanía en ese momento. Jasper frenético, saltaba de gusto. La cura para el cáncer era una realidad.

Al llegar a la puerta del laboratorio, usaría las gafas para protección y el traje blanco. Jasper hizo lo mismo y los dos entraron cuando las puertas automáticas se abrieron. Un espeso humo blanco los envolvió en medio de una penumbra, solo los focos violetas estaban prendidos y daban una luz débil.

Al abrirse otra puerta entraron al laboratorio donde el Dr. Krauss observaba por el microscopio, a su alrededor había tubos de ensayo, soluciones, todo el cuarto era impecablemente blanco y en una pantalla se proyectaba la imagen de unas esferas que se contraían, rodeadas por colores salpicados.
---Dra. Méndez es un honor comunicarle que lo hemos logrado. ¡Hemos logrado que las células reaccionen! ¡Mire usted! Las células se están regenerando. Ahora solo hace falta saber cómo despertar a los sujetos de experimentación. Mientras tanto el cáncer tiene una cura. ---dijo el Dr. Krauss con una amplia sonrisa y levantando el pecho como cuando se habla de situaciones heroicas.
Elsa, con el sentimiento a flor de piel debido a Melody, entró a la cámara donde estaban “Frijol” y “Maíz” dos perros de raza indefinida a los cuales se les había inducido el cáncer y yacían inertes por separado. De no ser por sus estómagos que se inflaban y desinflaban se diría que estaban muertos. Sin embargo no lo estaban y en su interior, en su torrente sanguíneo, vertiginoso, viajaba la cura contra el cáncer, que Elsa olvidando el estupor que embargaba los sentidos del Dr. Krauss y de su asistente, solo pensaba en salvar a Melody, le había dado una dosis muy fuerte, había dormido a esa niñita de forma indefinida pero ahora había una esperanza. Lo que sea que despertara a los perros despertaría también a Melody.

----¡Dra. Méndez! ¡Lo logramos! La humanidad esta salvada.—dijo el Dr. Krauss.—bueno en cuanto figuremos como despertarlos.

Ella bajó el rostro y una última lágrima que rodara por la  mejilla de la Dra. Méndez comenzaba a evaporarse. Sonrió y también lloró un poco. Estaba decidida a darle una oportunidad a Melody.

Esa noche no lo pensó más, entraría en el laboratorio, tomaría la muestra que contenía la cura y la inyectaría a Melody. Al día siguiente yacía el cuerpo menudo de la niña del cual salían cualquier clase de tubos y cables conectados a monitores que medían sus señales y Elsa estaba a su lado, leyendo electrocardiogramas y acariciando la frente de la niña. De repente, la aguja del ECG, mandaría lecturas exorbitantes, su corazón latería rápidamente, haciendo sonar alarmas. Era demasiado tarde, la cura no actuaría en su cuerpo minado por el cáncer y la niña exhalaría su último aliento contaminando el aire con un virus malévolo del sueño que progresivamente afectaría a todos menos a Elsa y a Tenorio.






En el trabajo, Tenorio empezaba a observar que sucedían cosas extrañas. Personas que llevaban ahí años empezaban a verse agotados. Cada vez iban menos clientes al restaurante y los nuevos empleados pedían descansos a cada rato. El gerente pronto comenzó a exasperarse y a despedir gente. Se respiraba  un cansancio crónico, inexplicable. La situación llegó a un grado absurdo al ver como en el área de juegos los niños se desplomaban como si les apagaran un interruptor y los padres asustados subían a sus coches y desaparecían.
El siguiente día, camino al trabajo observó a las  innumerables aves que yacían inconscientes en el suelo o caían fulminadas.
Al principio Tenorio pensó en el calentamiento global o la contaminación o una fuga de gas. Al seguir caminando observó varios choques donde los tripulantes apenas si se molestaban en salir del coche. En el primer choque se asustó e intentó ayudar, pero después se daba cuenta que los tripulantes quedaban inconscientes. De repente todo mundo comenzaba a desplomarse como muñecos de trapo.

El pueblo en el que vivía se sumergiría en un denso silencio sepulcral.

Al contrario de lo que pensaría la situación le daba cierta felicidad. Estaba solo y podía hacer lo que quisiera. Al entrar al trabajo lo primero en lo que pensó fue en Scarlet, de grandes senos y ojos verdes seductores, un verdadero portento de mujer. La buscó por todos lados, en el vestíbulo, en la sala de juegos. Recordó que siempre antes de comenzar su turno, se dirigía a los vestidores, atrapando la mirada de los compañeros, contoneando su cuerpo, luciendo sus bellas piernas y blusas escotadas. Vestía como prostituta redimida, utilizando su energía atendiendo a clientes desesperados, evitando a ex novios insatisfechos, ansiosos de perderse de nuevo en esas formas prohibidas, que despedían lujuria en su fase más temprana.
Al entrar a los vestidores observaría a sus compañeras a medio vestir tiradas en el piso. Pudo observar a Tide en bóxers que decían “Cómeme” en la parte frontal, dejando ver un seno blanquecino con la aureola color rosa. Cuerpos semi desnudos y más allá Scarlet.
Se acercó conteniendo su respiración, estaba agitado. Primero se acostó a lado de ella, observando la calma con la que yacía angelical, luego se acercó a su rostro, sintiendo el cálido aire que salía por su nariz y besó sus labios. Un largo beso probando las texturas de su boca, succionando su lengua yerta. Metió una mano por debajo de la blusa y rodeó un seno voluptuoso, levantó su camisa y pudo ver su brassiere color blanco, lo desabrochó por detrás y observó esos senos perfectos y redondos como toronjas, acercó su rostro y se posó entre ellos, oyendo su corazón. Alzó la falda y se deshizo de sus pantalones. Intentó entrar por entre sus labios vaginales estaban cerrados, herméticos, utilizó su boca y su lengua intentando abrirlos y cuando sintió que los músculos estaban más relajados, entró en ellos suavemente, palpaba su pecho, besaba su boca, respiraba en su cabello, tuvo un orgasmo dentro de ella que lo hizo ver destellos. Después dormitó, perdió noción de tiempo y espacio mientras completaba la jornada, poseyendo a todas sus bellas compañeras, suspendidas, sumergidas en un sueño profundo.
Parecía que la tranquilidad tan ansiada era reemplazada por una sensación más dulce y cálida. Ahora entendía que el caos, tenía sentido si este producía placer.






Elsa reconocería su error. Había actuado impulsivamente y se odiaba por ello pero más odiaba a la Naturaleza malsana que le había arrebatado la vida a esa pobre niña indefensa. Ya no tenía lágrimas pero aun así seguía llorando, con espasmos que la doblaban. Había causado una calamidad y se sentía la más sola del mundo. Llamó a su casa esperando oír la suave y ronca voz de Marco. En cambio sonó esa grabación que le pareció ridícula de ambos riendo y pidiendo dejar el mensaje con los datos para comunicarse después.
Caminó con el cuerpo de Melody por las calles desiertas de Londres y observó un paisaje sepulcral. Cuerpos regados por todos lados, televisiones encendidas en las tiendas, cuando parecía que había señales de vida eran sólo la música del radio de algún coche o las maquinas en las fábricas, o las alarmas de los establecimientos donde autobuses habían chocado. No había señal de vida, ella misma quería dejar de existir pero de pronto una idea cruzó su cabeza, si todos estaban dormidos ¿Por qué ella seguía despierta? Y una idea que la conmovió desde adentro e hizo que los quejidos acabaran. Si ella estaba despierta seguro habría alguna o varias personas más. Por un momento la esperanza llenó su corazón. Pero primero tendría que sepultar a Melody y lo haría lo más rápido posible.
Estaba por terminar de cavar el hoyo. Estaba sudorosa y resoplando. De pronto oiría un risa.
-“Melody” – pensó. Afuera no había nadie. La sábana con la cual había cubierto el cadáver de la niña ahora estaba tirado en el piso.
- ¡Melody!- gritó. - ¡Ven, pequeña! –
Había escogido el bosque cerca del lago artificial y ya había empezado a oscurecer. De pronto sintió una angustia profunda. Escucharía como ruidos de un animal comiendo. Separó los matorrales y vería a Melody comiendo lo que parecía un cadáver de algún animal. Elsa casi se desmayaría del susto. Melody o al menos lo que quedaba de ella gritaría espantosamente dejando ver su boca llena de sangre negra coagulada.



Despertaría con los rayos del sol lastimando su cara. Al incorporarse se tomaría la cabeza con una mano. Tenía jaqueca. De pronto todo vino a su mente. Melody o lo que fuera la atacaría. Recordó haber forcejeado con ella. Sintiendo los dientes de Melody casi arrancándole la nariz. Recordaría también haber tomado una piedra y con ella golpear a la niña en la cabeza. Recordaría también haber llorado hasta perder el conocimiento.

Desesperada, correría al laboratorio, despavorida pensaba en lo que acababa de suceder.  
Se dirigió al hospital Santa Rosa que estaba cerca de la clínica y de donde les mandaban pacientes que quisieran una alternativa de tratamiento al recibir las funestas negativas de los diagnósticos finales. Ahí estuvo por más de cuarenta y ocho días utilizando todas sus fuerzas para traer gente, niños, mujeres y hombres y ponerles suero intravenoso, esperando perfeccionar el antídoto para el sueño que habían estado desarrollando. Pero antes tenía que dormir, nunca se había sentido tan desolada. A pesar de estar extenuada hasta casi perder el sentido, el pánico no la dejaba dormir así que tuvo que tomar somníferos, para esto reunió todos los despertadores que había el hospital y los preparó a activarse a las diez de la mañana, eran las cinco de la tarde en ese momento.


Tenorio, observaba televisión en el cuarto de exhibición del centro comercial. Había decidido vivir allí. Vestía una bata de seda de las más caras y bebía champagne directo de la botella. En la pantalla observaba caricaturas de humor ácido y reía a carcajadas, embriagado, de repente besaba a la mujer que tenía a un lado. La mujer parecía una muñeca de trapo.
-¡Vamos mujer! No seas tan aburrida. Dale un trago. – y apuraba un trago
para él y otro para la chica totalmente inconsciente. Se derramaría el líquido haciendo que Tenorio gritara.
-    ¡Hey chica! Si no quieres tomar no la desperdicies. ¡Caray con estas chicas! No saben nada.

Habían pasado dos días desde que todo mundo dormía y a Tenorio le importaba un bledo. Vivía una vida de rey sin que nadie le molestase. Solo veía capítulos grabados de sus series favoritas, bebía, comía y follaba con las distintas mujeres, rubias, morenas, altas, bajas, todas ellas inanimadas.
Terminando el capítulo donde un ser humanoide y de color amarillo, calvo y regordete da de comer donas a su perro. Incorporándose torpemente Tenorio  se dirigió al baño, estaba ebrio y tambaleante, tarareó una canción y después salió, al llegar a la cama la mujer con la cual dormía estaba despierta, con una expresión de terror al verse desnuda en una cama, en un centro comercial y más fue su sorpresa cuando llegó Tenorio extrañado.
Mientras ella contenía un grito de horror y asco al ver a Tenorio desnudo. Comprendió de inmediato que la había violado y posiblemente drogado. Quiso gritar pero de su garganta no salió sonido alguno. Tenorio se acercó y ella en un reflejo tomó el cuchillo que estaba a su lado y lo amenazó. Entonces él tomó la sábana de la cama y la enfrentó. Rápidamente la desarmó y le asestó un golpe que la noqueó. La amordazó.
¡Jesús! – dijo para sus adentros.
Se dio un buen baño para pensar las cosas con más calma y explicaría a la mujer la cuál desconocía, si es que ella lo quería oír, la extraña sucesión de hechos, donde curiosamente ella había acabado golpeada y amordazada. Lo que no sabía era que la había golpeado tan fuerte que quedaría en coma. Al regresar, la mujer estaría babeando sangre con saliva, en un estado deplorable. Tendría que buscar otro lugar donde vivir.





Esa mañana, Elsa, siempre intuitiva, se levantaría con una sensación extraña que la incomodaba. Una de sus virtudes era bloquear sus sentimientos en situaciones difíciles. La muerte de Melody, la soledad, la incertidumbre, toda la desolación causarían estragos en el estado anímico de Elsa, tan acostumbrada a las contingencias. Recordaba las palabras del Dr. Krauss, cuando se refería a que hacer en caso de una epidemia, abordarían todos los aspectos técnicos pero olvidaron los aspectos emocionales. Era devastador, su único impulso de vida estaba enfocado a encontrar a otro ser vivo y empezar de nuevo.
Ese día como lo había hecho los últimos días, se levantaba con la esperanza viva, peleando contra su propia voluntad debilitada. Lloraba todos los días la muerte de Melody y la pérdida de sus seres queridos. Dejando a un lado todo el dolor se concentraba en los pacientes, si así se les podía llamar. Los bañaba, flexionaba sus extremidades, les empezó a leer libros y revistas, empezaba a  sentirse ridícula hablándole a un ser humano en estado vegetal.
Un día soleado, estaba leyendo una novela dramática donde después de una serie de errores conjugados, dos hermanos terminan enamorados ante el horror de su familia, de la misma mujer cuando de repente oyó un ruido en los cuartos contiguos. Se asustó no pensó en la posibilidad de encontrar a alguien vivo y enseguida las dudas la asaltaron, no tenía una arma. Temblorosa, tomó una bandeja de metal, en la que sirven los alimentos y se dirigió a donde se oía ruidos de vasos cayendo, cuando entró, observó al Dr. Krauss intentando levantarse del piso, al parecer, había caído de su cama y al estar inhabilitado por varios días, sus músculos difícilmente le respondían así que estaba imposibilitado para caminar o moverse. Elsa experimentó un alivio parecido a un éxtasis religioso. La epidemia del sueño era temporal, pronto todos despertarían. Esta horrible pesadilla terminaría.
---¡Dr. Krauss! ¡Qué alegría verlo!---la voz quebrada por la emoción de Elsa, rompió el silencio sepulcral.
Lo ayudó a levantarse y a ponerlo de nuevo en la cama. En sus ojos vio confusión y dulzura. 
--¿Qué ha pasado? No logro recordar nada...el laboratorio...las alarmas… ¡Oh Dios mío! Las alarmas de contingencia. ¡Elsa! Tienes que decirme exactamente qué pasó. ---aunque estaba muy débil, la voz del Dr. se escuchó enérgica.
--Doctor, disculpe estoy muy feliz de verlo, después de inyectar la cura a Mel...---El Dr. Krauss se estremeció---En el nombre de Dios ¿Qué has hecho?---
---Doctor la cura funciona y el sueño es un estado temporal. Si ha despertado, solo es cuestión de tiempo para que los demás despierten. Melody murió, la enfermedad estaba demasiado avanzada. Pero usted y los demás estarán bien. – dijo ocultando el suceso donde volvería a la vida como un ser demoniaco.
En el transcurso de la plática, Elsa detectó un aroma extraño emanando del cuerpo del Dr. Krauss, algo parecido al olor que se encierra dentro de un refrigerador descompuesto, dulzón, nauseabundo, lo atribuyó a la falta de higiene, debido a que tenía muchos pacientes en el hospital y tal vez había olvidado darle un baño a su colega.
--Venga Dr. tiene que recuperarse pronto, le prepararé algo de comer y después esperaremos a que despierten todo mundo.----la voz de Elsa se oía animada.

De pronto el Dr. Krauss sacudió su brazo, Elsa lo miró extrañada y trató de acercarse pero la mirada del Dr. hizo que ella retrocediera, el olor dulzón ahora era parecido al excremento, contuvo las ganas de vomitar.
---Elsita---la voz cavernosa del Dr. hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Elsa---no me siento bien.
---Ven, por favor, abrázame---Elsa no podía hablar, las náuseas eran cada vez más fuertes, dado que no había alimento en su estómago, las arcadas le producían dolor, se alejó. Pero una mano la apretó del brazo como una pinza.
---Elsita le estoy hablando-la voz cavernosa y el olor nauseabundo petrificaron de horror a Elsa que forcejeó y se logró soltar, se tropezó y observó que el Dr. Krauss vomitaba algo asqueroso y negro, parecido a las aguas de alguna cloaca.
---En serio no me siento bien---dijo el Dr. Krauss escupiendo en la cara de Elsa.---La llevaré a un lugar muy hermoso---diciendo, esto intentó estrangularla, Elsa tomó la bandeja de metal que estaba cerca y con ella le asestó varios golpes en la cabeza que se sentía extrañamente como una calabaza. Explotó, lanzando fragmentos de materia oscura por todos lados, el cuerpo sin cabeza del Dr. Krauss seguía moviéndose y las manos estaban asidas a su cuello. De pronto todo se volvió oscuro y perdería el conocimiento.


Tenorio había decido vivir en un pent-house. Los cuerpos en las calles empezarían a descomponerse y expeler un ambiente irrespirable así que en el último piso de ese gran edificio todavía se podía respirar aire limpio.  Había notado que las mujeres que estaban a su lado despertaban, como las tenía amordazadas y amaradas a las camas pues solo se oía cuando empezaban a gritar, luego duraban exactamente treinta minutos normales y luego el olor a excremento, luego se convertían en seres repulsivos y violentos, a las cuales tenía que matar o se convertiría todo en un batidero de vómito negro y podía ser peligroso si alguna de ellas se soltaba.  La situación con la chica anterior lo tenía sin cuidado, había encontrado bastante placentero copular con cuerpos inanimados y ahora las ataba a la cama por si volvía a suceder lo mismo no tendría que golpear a nadie.
Entraba y salía de esa calidez, le enloquecía hacerlo con Marlene, otra de sus compañeras, alta, esbelta, de pequeños senos con aureolas rosas.
---Te gusta, que rico sientes ¿verdad?---jadeaba Tenorio, inflamado de deseo, mientras tomaba ese cuerpo inanimado. Se detenía para observar su desnudez, el poco vello que recubría todo su cuerpo y sonreía de placer. Ese día se sentía romántico, había veces que le gustaba golpearlas, en el trasero hasta dejarlo enrojecido o jalar el cabello hasta arrancar algunos mechones. Al fin y al cabo no sentían nada y él encontraba el placer de usar su fuerza en esos bultos eróticos.
Volteó el cuerpo de Marlene y observó ese trasero redondo, después de realizar toda clase de perversiones empezó a notar un aroma dulzón, ligeramente descompuesto.
Estaba encima de ella y no quería parar, se cubrió la cara con un trapo y siguió penetrándola, de pronto ella despertó. Estaba amordazada y atada de brazos y piernas. Tenorio la golpeó una vez haciéndole saber que no pararía, Marlene, forcejeaba en vano, no tenía fuerzas así que después de un rato el cansancio la derrotaría, rogó interiormente porque todo ello terminara rápido. Tenorio posesionado, haría cosas impensables con Marlene despierta. Ella terminaría perdiendo el conocimiento, pero llegó un momento en que el olor dulzón se convirtió en olor en excremento. Siguió martirizándola ignoto de su condición hasta que los gritos de Marlene se convirtieron en algo parecido a rugidos, roncos, de ultratumba, de su boca salían espumarajos negros, Tenorio, eyacularía en su interior segundos antes de meterle un balazo en la cabeza. Los ojos de ambos eran color blanco.
---¡Qué carajo!--- dijo dificultosamente y saltar de la cama. ---¡Maldito fenómeno!---respiraba trabajosamente. –Tendré  que irme de nuevo, esto ya no es divertido.



Cuando Elsa despertó, gritó de terror, el cuerpo del Dr. Krauss seguía encima de ella, pero ahora estaba inerte, se pudo zafar rápidamente e ir al baño, sentía muchas nauseas, el vómito negro estaba en sus ropas y todavía estaba confundida y desvalida. Al asomarse a las calles vería gente caminando,  algunos con el vómito negro en las camisas, otros corriendo despavoridos. Eventualmente todos los que despertaban se convertían en seres agresivos. Llena de pavor, atrancaría puertas y ventanas, viviría en el hospital y después de dos semanas, sobrevivirían solo algunas personas, a las cuales mantenía atadas a las camillas, mantenía a los pacientes aislados, en cuartos con llave y eventualmente medía sus signos, cambiaba el suero, les inyectaba antibióticos. Notó que al despertar, los pacientes experimentaban treinta minutos de lucidez, luego, era mejor correr. Se tornarían agresivos y ultra violentos. Algunas veces les concedía la eutanasia, era demasiado ver la transformación de seres humanos a esas “cosas”, nadie merecía una muerte como tal.
Su último paciente, Marco aún dormía, estaba en los huesos, lleno de llagas producidas por la salinidad del sudor que corroía la piel. Estuvo pendiente al momento de que Marco despertara y tardó dos días. Sus primeras palabras la hicieron llorar.
--Te ves más hermosa que nunca—intentó levantar un brazo para acariciar su cara, pero debilitado, su brazo sólo se levantó unos centímetros.
--No sé qué pasó pero estuve soñando contigo, corríamos entre bosques, nadamos en mares, nos besamos a la luz de la luna--- dijo con voz débil.
Elsa trató de resumir lo que había pasado en unas cuantas líneas. Sabía que tenía el tiempo contado. Pronto el olor dulzón molestaría su olfato. Era hora de darle a Marco un poco de paz,  besó sus labios agrietados, como los de un errante deshidratado, las lágrimas de Elsa refrescaban su rostro. –Te amo- pronunció Marco con voz cavernosa.—Yo te amo también dijo Elsa--- convulsionada por el dolor. La aguja entraría en el minúsculo tubo que se conectaba por un extremo al suero y  terminaba en las arterias de Marco, donde la sangre se tornaría negra y si no se apresuraba efervescería por sus ojos, nariz y boca. –Te amo como nunca amaré a nadie---dijo Marco antes de desvanecerse en la eternidad.
Elsa no pudo más que desear una muerte rápida para ella también. Tenía en su mano los potentes somníferos con los que dormían a los perros en experimentación, sabía que si los tomaba y ponía una bolsa en su cabeza eventualmente su corazón dejaría de latir, sin dolor, sin miedo.
Los próximos días serían un infierno viviente y si quería seguir viva tendría que reunir todas las fuerzas posibles. Tenía la esperanza de encontrar a otro ser vivo. Sabía en su interior que había alguien más.
En ese momento oiría disparos y gritos. Observaría a Tenorio disparando a los seres que se arremolinaban a su alrededor. Corrió entonces a la salida, no sin antes evadir seres que le arrojaban ese vómito negro.
Le hizo señas y Tenorio logró verla, le dijo que bajara con ella que utilizara la manguera de incendios.
Elsa así lo hizo pero tenía que correr por el laboratorio para llegar a la sala de espera donde estaba la manguera. Al pasar por el laboratorio, observaría a “Fríjol” y a “Maíz”, se había olvidado completamente de ellos,  estaban despiertos, gemían. Elsa cargó a “Maíz” y lo llevó con ella a la sala de espera, podría huir con Tenorio y con el perro sin cáncer y totalmente despierto, podría enmendar su error, erradicando el cáncer.  Tomó la manguera y bajó con el perro, cuando se acercó a Tenorio, él percibiría el hedor a excremento de perro que Elsa pisaría accidentalmente, para él sería señal de que estaba infectada.
---¡Oh mierda! ¡Muere basura!---dispararía directo a la cabeza de Elsa.
“Maíz” caería al piso emitiendo un gemido, Tenorio, en un acto de bondad inusitada levantaría al perro, hasta su rostro.
---Vamos amiguito, no tienes nada de qué preocuparte---

La mirada del cadáver de Elsa se perdía en el infinito.

Sepultados vivos

Sepultados vivos



Siendo miembro de una fuerza especial Ninja, Tetsuo ha dedicado su vida al servicio del gobierno japonés. Experto en artes marciales como sus otros siete compañeros que arriesgaron su vida en pos de la seguridad nacional.
Su última misión había sido un fracaso y Tetsuo es atrapado.
Fue torturado, humillado y golpeado de tal forma que se le dio por muerto.
Permaneció perdido por al menos una década. Se dice que deambulaba por todos lados repitiendo el nombre de su amada- ¡Masshiori! ¡Masshiori!- murmuraba con los labios secos, la cara llena de costras de mugre, vistiendo andrajos.
Nunca se casó ni tuvo hijos, su vida eran sus amigos. La división gubernamental a la que pertenecía desapareció con sus dirigentes como tragados por la tierra. No hay rastros de sus hazañas, no hay rastros del gran guerrero ninja. Tetsuo ha regresado de la muerte y sin una vida sigue recorriendo las calles en busca de un destino que se perdió junto con todo su heroísmo, es un don nadie.
Decide ir al cementerio y encuentra las lápidas de sus siete amigos. Esto lo afecta de tal manera que entra en crisis y se tira a la bebida y al desenfreno total. Es menester olvidar y así inconsciente por el alcohol soñar con su katana reluciente y la pálida luz de la luna reflejándose, su poderosa katana, siempre hambrienta de la sangre de sus enemigos. Sus ojos despidiendo un poderoso fulgor y sus pies ligeros que se desplazan veloces por sobre las terrazas. Una verdadera sombra casi indetectable. Recuerda a Tori, el más joven de la división ninja llamada Oshiri Ryu, lanzaba un certero shuriken a la frente de uno de los guardias que resguardaban el palacio en el que tenían  secuestrada a la bella Masshiroi, como venganza al no haber pagado deudas de juego. Su padre Hatori Hanzo, líder del clan  Satsujin Odayaka había hablado con Tetsuo al encomendarle salvar a su hija y poder matar al líder de los Seiku, Ōkina Penisu y con eso terminar la guerra entre clanes, que ya había llegado muy lejos. Ōkina Penisu, líder del clan Seiku tenía cautiva a la princesa por una supuesta deuda de juego.
Masshiori, yacía inconsciente en su celda en el palacio del clan Seiku, el cual estaba resguardado por guerreros igualmente peligrosos. La misión exitosa pero comenzaría otra historia ya que Tetsuo profesaba un amor a Masshiroi prohibido debido a la naturaleza de ambos. Tetsuo un asesino a sueldo y Masshiroi destinada a casarse por conveniencia con el hijo de algún poderoso traficante, que enseguida vio en su salvador al hombre con el cual compartiría su cuerpo, su alma y su corazón.


Tetsuo lloraba el recuerdo de su amada, abrazaba a las mujeres que trabajaban en los más bajos Yakata Abazure llamándolas Masshiroi. Besaba sus labios y daba regalos que ponía en los pies de las prostitutas mientras en su delirio pensaba en las veces que amaba a Masshiroi.
Siempre veloz como el viento nocturno Kaze Naitā, recorría las terrazas del poblado donde vivía Masshiroi.
Ella lo esperaba ansiosa, admiraba a Tetsuo, se conocían desde niños y cuando lo aceptaron en el Oshiri Ryu, los dos supieron que estaban destinados a vivir su romance lo más discreto posible, los dos leales a sus valores, Masshiroi a su padre Hatori Hanzo y Tetsuo a su gremio de guerreros.
El gran Futoi, el callado Ōgi, Daitan el más valeroso de todos, el más viejo Kitai, Kitanai el menos suertudo con las mujeres, Sakura la cual estaba enamorada de Tetsuo, Tori el joven y al final Tetsuo, el desalmado, el fundador del clan y el más aguerrido.

Eran muy buen equipo y casi todas sus misiones fueron un éxito. Estaban preparados para cualquier imprevisto. Entrenados para sortear los muros más altos, las fortalezas mejor resguardadas. No había obstáculo que se interpusiera en su camino
El día que Masshiroi fue secuestrada, su amada, la más blanca, la de blanco puro. Ese día perdió la calma. Tetsuo estalló en una mezcla de furia y desesperación. Debían planear como rescatarla inmediatamente. Después de trazar el plan arribarían al lugar indicado. Se desplazaban imperceptiblemente con la noche como cómplice sus pies veloces,  y el  corazón de Tetsuo queriéndose  salir del pecho. Llega a la terraza donde se encuentra Masshiroi, distrae a los guardias con el Arte de la Sombra Geijutsu Kage.
--- ¡Kagami Kage Ayumu!--- Tetsuo murmulla las palabras para invocar la sombra con su imagen que distraerá a los guardias, el conjuro dura treinta minutos, mientras pueda tener un tiempo con Masshiroi a solas.

--- ¡Sutoppu soko! ¡Alto ahí!---gritan los guardias a la sombra que invocó y que se adentra al enorme jardín. Los guardias lanzan flechas que traspasan el conjuro de Tetsuo.

Entonces Tetsuo entra a la cámara principal donde yace Masshiroi. Ataviada con una transparente toga blanquecina de material más liviano que el aire, tibio, perfumado por el aceite que se evapora bajo la tenue flama de las velas, en una especia de vasija.

Ver entrar por la ventana a Tetsuo, enciende la pasión en el alma de Masshiroi, sus ojos despiden calidez, una manzana cubierta de caramelo son sus labios. Comienza a moverse y acariciar la cama con finas telas que producen escalofríos en la piel del Masshiroi. Tetsuo se acerca sigiloso, Masshiroi permanece en un trance erótico, enredándose piernas y brazos, tocando sus senos y su pubis con apenas pelusa color negro. Emite sonidos de suspiros entrecortados y jadeos.
---Tetsuo, mi guerrero---jadeaba Masshiroi seductora.
Se despoja de la máscara que cubre su rostro y sucumbe a la miel que destila el cuerpo esbelto de Masshiroi que también se abandona a las caricias que le prodiga Tetsuo. Sin percatarse, pasan las horas y la noche oscura, cómplice de los amantes, salpica con sonidos de insectos la tranquilidad allá afuera mientras una tibia brisa seca el sudor de ambos. Entrelazados se fusionan en cuerpo y alma, como un solo ser.

Masshiroi no se percata que Tetsuo aprovechando la violeta oscuridad de una noche que agoniza, se escabulle, sabiendo que los guardias confiados en haber espantado al intruso duermen tan profundamente como niños.
Esa noche antes de partir, Tetsuo observa a Masshiroi, como un ángel inmaculado. Sus ojos se llenan de esa imagen y sabe en su corazón que podría morir en ese instante.
Se hinca y recita una vieja plegaria. Estando con las piernas en forma de alas de mariposa, coloca la katana en sus rodillas, junta las palmas con los dedos flexionados, entrelazados y sólo los dedos índices apuntando al cielo. Respira y murmulla:
----“Que el sol, la luna y las estrellas protejan tu alma y tu corazón de lo maligno. Tu belleza es mi salvación.”
“Taiyō mangetsu hoshinofuru mamoru tamashī kokoro tachimukau Aku. Bijin ataeru seikatsu”.
Se levanta de un salto y desaparece por entre la noche violácea. 
II

El hambre y la sed hacen que Tetsuo, resurja de la penumbra que se encuentra sumido. El sol quema sus retinas mientras busca en botes de basura algo comestible, fruta podrida, pan mohoso, cualquier cosa que llene su estómago y ahuyente el hambre que lo ataca como punzadas. Apura un largo trago a la botella con alcohol de baja calidad. Hace una mueca al sentir como el líquido quema su garganta ya irritada por la borrachera de la noche anterior.
Ha perdido noción de tiempo y espacio, también ha perdido la voluntad de vivir. Abandonando toda filosofía que lo hizo un gran guerrero algún día, permanece constante en sus directrices al no morir por su propia mano. Así espera la muerte más honrosa que puede conseguir en el bajo mundo, sentir el acero cegar su vida después de una pelea.
Al estar vagabundeando por las calles de pronto divisa una cara conocida es Ōgi. Tetsuo piensa que es otra de las alucinaciones de las cuales ha sido víctima en los últimos días pero al observar mejor, se da cuenta que es Ōgi o alguien que se parece a él impresionantemente, pero ahora Ōgi muestra su cara, antes cubierta por cabello. Sus vestimentas oscuras ahora son reemplazadas por ropas de colores más vivos. Seguro es una alucinación, en el estado en el que se encuentra lo que menos pensaría ahora es que lo viera en ese estado y decide ir a donde se reúnen las lacras de la sociedad. El abismo ejerce tal poder sobre Tetsuo que desquebrajándose su alma en su interior no quiere saber nada del mundo. Al llegar al burdel el enorme Buta, el que resguarda la entrada, lo recibe con un puñetazo en el estómago, que hace que Tetsuo caiga, con un gesto de dolor en la cara.
---¡Hey! Mal nacido ¿Cómo te atreves mostrar tu asqueroso rostro por aquí? Agradece que no le avise al jefe que estas aquí si no estuvieses muerto— vocifera la enorme masa de carne que es el que resguarda la entrada.

Lo levanta y le da una patada que lo manda de bruces de nuevo, cae inconsciente.

--Tiren ese pedazo de mierda por ahí----dice Buta y dos hombres menos voluminosos que él lo levantan de piernas y brazos y lo arrojan a un callejón cercano.

Tetsuo enseguida se transporta al pasado.
Desde un árbol, observa una pequeña aldea. El cielo estrellado y la luna despiden una luz tenue. Sakura está en el árbol contiguo. Su pequeña figura apenas si se distingue, está con ellos Daitan. La misión relativamente sencilla: robar las cartas de un gran señor de la droga, correspondiente a los sobornos que ha hecho a diferentes personalidades de alto rango.

Hay poca vigilancia así que será un sencillo robo. Tetsuo avanza, seguido de la pequeña Sakura y Daitan. El plan es entrar por arriba del lugar donde están los documentos. Sakura y Daitan sólo estarán ahí por si encuentran mayor resistencia. Hasta donde se sabe solo están los empleados y los guardias están distraídos, oyendo música de banjo y viendo mujeres gordas semidesnudas bailando.
Tetsuo da un gran salto asiéndose de la esquina, algo parecido a un canal de desagüe, hace un esfuerzo y ya está arriba. Sakura y Daitan los siguen de cerca pero se quedan guarnecidos en las sombras.
Tetsuo encuentra el tragaluz y da un salto, no cuenta con que uno de los guardias ávido por más alcohol entra en la habitación donde Tetsuo es sorprendido revisando el escritorio en busca de los documentos. El guardia del doble de tamaño de Tetsuo arroja una silla que se desploma en el rostro de Tetsuo. Se acerca a él y lo toma del cuello con un brazo y lo levanta. El rostro congestionado de Tetsuo comienza a tornarse morado por la falta de oxígeno. Su visión se empieza a nublar y en ese momento la mano que lo tenía fuertemente asido cede. De la boca del guardia salen espumarajos de sangre y cae. Sakura lo cruzó con su katana, rompiéndole  la espalda y cercenando sus pulmones.
Daitan, arroja una bomba de pólvora al lugar en donde están los demás guardias que ofuscados por el alcohol y la sorpresa no atinan a reconocer lo que está sucediendo.
Sakura ayuda a Tetsuo y lo toma por la cintura ayudándolo a caminar y los tres ninjas desaparecen por entre el bosque convirtiéndose en uno de los tantos misterios que ahí habitan.
No es la primera vez que Sakura salva la vida de Tetsuo así que en señal de agradecimiento, Tetsuo regala una daga con incrustaciones de zafiros y diamantes. Sakura acepta la daga pero estaría más que satisfecha con pasar una noche entre sus brazos. En la mirada de ambos hay comprensión. La pequeña Sakura daría todo por ser correspondida. Se odia a sí misma por ser de menor de edad que Tetsuo y con menos atributos que Masshiroi y más se odia por amar a Tetsuo. La próxima vez tal vez no salve a Tetsuo. Tal vez dejará que muera a manos de sus enemigos y se quitará la vida con la daga. Vivir en el desamor es un suplicio. La muerte ronda el espíritu de la pequeña Sakura.







Una enorme rata, comienza a mordisquear los lóbulos de las orejas de Tetsuo, que poco a poco recobra la conciencia, el fuerte golpe le ha dejado una marca en la cara, un pómulo hinchado, su estado es cada vez más deplorable. ¿Quién imaginaría que alguna vez ese grasiento vagabundo alguna vez fuera un gran guerrero?
Tetsuo que fuera un veloz corredor algún día, sus piernas lo traicionan al intentar huir después de robar un trozo de jamón y es apaleado. Su cuerpo resistente a los golpes comienza a sucumbir, sus huesos a debilitarse y con cualquier patada sus costillas ceden. El dolor físico es poco comparado con el dolor de la pérdida que siente por sus amigos. ¿Cómo es posible que hayan muerto?

Sakura y Daitan están en un parque. Hay un sol veraniego implacable que hace que todos vistan ropas ligeras. Sakura, con una falda corta color blanco, sandalias y una blusa violeta con un gran escote, dejando ver los atributos de una mujer en el mejor punto de su madurez, en cambio Daitan, vestido con pantalones de material ligero y camisa sin mangas, lleva unos lentes oscuros. Ese día  concuerdan verse con Ōgi, después de tanto tiempo el llamado les parece demasiado extraño como para no atenderlo, parece que su líder al que creían muerto, su líder que los llevo a la gloria como guerreros está vivo.

Al llegar Ōgi, observa a Sakura con sorpresa y con una sonrisa maliciosa que nunca habían visto.
--- Ōgi el misterioso ¿Puede reír?—dice en tono irónico Sakura.
---Si esa es una sonrisa entonces el mundo va a acabar, viejo amigo, ¿Cómo estás? ---dice Daitan abrazándolo efusivamente. Ōgi haciendo un esfuerzo devuelve el abrazo efusivo pero pronto vuelve a su actitud misteriosa.
---He visto a Tetsuo perdido en las calles---dice Ōgi morosamente.
Sakura y Daitan se voltean a ver unos a otros. Los tres piensan lo peor.
---Su estado es deplorable, parece que no come y no se veía muy sobrio que digamos, lo vi delirando, hablando al cielo, llorando---dice Ōgi mostrando un esbozo de compasión.
---¿Será posible que haya ido al cementerio?---pregunta Daitan.
Los tres se miran y luego bajan la mirada.
---Tendremos que decirle que todo es parte del ritual para salir del clan---dice Sakura pensativa. Nadie lo notó pero interiormente, un sentimiento que yacía enterrado en lo más profundo de su ser, inundó su corazón de alegría por ver a Tetsuo. Su mirada de ojos negros despidió un destello. Tetsuo el gran guerrero vivía y ya no había ninguna princesa que se interpusiera entre ellos.





El romance de la princesa y el guerrero cada vez era más intenso, los días que no se veían eran interminables para ambos. Después del casamiento de Masshiroi era cada vez más peligroso verse. Solo cuando el esposo Baka, el cual Masshiroi aborrecía, sus besos babosos que la asqueaban y como tocaba su cuerpo, como un adolescente inexperto, ansioso, realmente lo odiaba y siempre que podía se mostraba indispuesta. El hijo del gran traficante solo podía dar la vuelta y esperar que alguna otra de sus concubinas pasara la noche con él.
Las noches sin luna eran perfectas para que Tetsuo se escabullera a los aposentos de su princesa. Los conjuros de sombras habían sembrado un ligero terror entre los empleados y guardias del palacio que relataban historias de fantasmas de guerreros que desaparecían en la oscuridad del bosque. Y hasta la fecha seguían siendo efectivos para distraer a los guardias y esto le permitía estar con su amada. En su lecho olvidaba el olor dulzón de la sangre de sus enemigos, olvidaba los alaridos de sus víctimas al sentir el acero de su katana.
En el cuerpo de la princesa encontraba el consuelo que sanaba todas sus heridas, sus besos lo transportaban a una lluvia verdadera cuando normalmente la única lluvia que experimentaba era la Ame Seiya, lluvia de flechas. Las blanquísimas manos de Masshiroi, recorrían el cuerpo del guerrero. Admiraba sus músculos, se perdían en caricias.
Esa noche Tetsuo se sintió perdido de amor por Masshiroi. Durmió tan profundamente en sus brazos que el amanecer los sorprendió. Tetsuo abrió los ojos y enseguida dio un salto que hizo que Masshiroi diera un ligero grito. El sol implacable hacía imposible su huida. De pronto se oyó ruido en los pasillos, eran las damiselas de Masshiroi que entrarían a despertarla para el baño y demás. Ese día su esposo regresaría de un viaje de negocios y harían un banquete. Tetsuo supo que era el final. Jamás saldría vivo del palacio así que espero. Se le ocurrió esconderse en el baúl de los recuerdos de la princesa y podría escapar cuando fuera de noche de nuevo. Masshiroi estuvo de acuerdo aunque una angustia latente invadía su ser. Se abrazaron y se prodigaron palabras de amor infinito.

Horas después el banquete estaba en su apogeo, había una banda que tocaba música suave y alegre, corría el vino y había mesas con manjares inimaginables. Masshiroi tenía que aguantar al borracho de su esposo que no cesaba de hacer comentarios despectivos acerca de ella y su familia, los llamaba plebeyos.
Mientras Tetsuo atento en la habitación de la princesa observaba la escena y su sangre hervía. Tenía asida la mano a su katana fuertemente, tanto que su mano estaba casi del color de una hoja de papel. Sus ojos estaban clavados en Baka.
En algún momento Baka totalmente ebrio ordenó a los músicos algo con más ritmo y tomó a su esposa de la mano y la llevo enfrente de todos. Sus movimientos toscos molestaron a Masshiroi pero no se resistió, el matrimonio había salvado a su familia, sepultada en deudas y no tenía opción. Baka sabía que Masshiroi no lo amaba, es más sentía la repulsión que le causaba así que la trató con menos respeto. Llegó un momento que la tiró del brazo con tanta fuerza que la tiró al piso y en ese momento todos se quedaron callados. Baka comenzó a reír y después todos los comensales rieron. Masshiroi jamás se había sentido tan humillada, al pararse dio una bofetada a su esposo ante la expectación de los invitados y Baka enfurecido le abofeteó de vuelta y en el piso la comenzó a patear. En ese momento Tetsuo salto de la terraza al jardín, con altura de más de cinco metros, llegó a donde estaba Baka apaleando a Masshiroi y de un espadazo limpio cortó la cabeza de Baka, fue tan rápido que pareció que había fallado. Una delgada línea roja apareció en el cuello de Baka y ante el público horrorizado la cabeza de Baka cayó. Alguien llevó a Masshiroi fuera del tumulto, gritaba el nombre de Tetsuo. Pronto llegaron guardias y más guardias, al principio utilizó todo su potencial, cruzando con su katana a uno, dos, tres, cuatro, guardias. Saltaba encima de las mesas, los golpeaba en la cara inutilizándolos, cortaba sus piernas, brazos, cuellos, estómagos y los guardias seguían viniendo. De pronto todo terminó. Un golpe en la cabeza. Lo creyeron muerto. Abandonado en un precipicio, un monje encontró el cuerpo semi-inerte de Tetsuo, lo llevó a su casa y le prodigó cuidados por años hasta que despertó.


Tetsuo sabía que la hora de su muerte estaba cerca, hacía días que no probaba alimentos así que fue al cementerio a estar cerca de sus amigos. Quería morir con ellos. Y ahí estaban sus lápidas.
Al llegar cayó al piso por lo débil que se encontraba y su visión nublada alcanzó a ver una sombra, intentó enfocar y vio a Futoi, enorme con una niña en sus brazos a la cual soltó y esta caminó a su lado, luego vio a Ōgi esbozando una sonrisa, definitivamente estaba alucinando ya que Ōgi sonriendo era algo imposible, Daitan le seguía, Kitai con un bastón, Kitanai tomado de una mujer obesa y cinco pequeñines, Tori impecablemente vestido como alguien de alto rango y al final Sakura más bella que nunca. Todos ellos estaban a su alrededor cuando Tetsuo por fin sintió que era liberado de esta vida y se reuniría con su clan, el gran clan Oshiri Ryu, el cual ahora estaba completo por última vez.
Entre visiones que le parecían a Tetsuo cada vez más opacas observó a Sakura que le mostraba algo, le mostraba su propia tumba y la lápida con su nombre. Tetsuo experimentó algo parecido a la tristeza, siempre imaginó una muerte honorable a manos de algún hábil enemigo. Luego observó que Sakura tenía en sus manos su Ninjutsu, trató de alzar una mano y pero estaba demasiado débil, Sakura entonces lo depositó en la tumba y todos empezaron a rellenarla con tierra. Tetsuo se desplomó.
El gran clan  Oshiri Ryu había muerto. Todos los guerreros incluyendo a Tetsuo habían sobrevivido y ahora lucharían con su arma más poderosa, lucharían con el corazón.