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POST MORTEM In Paradise we would be handled by huries, virgins with eyes like stars, inmarcesible virginity that is reborn with every kiss and saliva so gentle that a little bit fall in the ocean all the water would be sweeten. Du Ryére, Le Coran

sábado, 9 de agosto de 2014

Durmieron todos


Durmieron todos




Subsistía delirando, flotando en el tiempo, calumniado por sus ilusiones. La soledad se convertía en una suave cinta de seda que rozaría su cuello por las noches asfixiándolo  lentamente interrumpiendo su sueño donde los besos de Susana herían el hielo alojado en sus huesos y este escapara hacia las nubes, evaporándose, agradeciendo al sol su ansiada libertad.
El insomnio aplastante emancipaba la tranquilidad de la mente torcida de Tenorio y en la penumbra de su habitación, las sombras seguían reclamando la posesión de su alma, dividida por la erotomanía que evocaba con frases inequívocas intentando desatar los nudos que se enarbolaban en su interior.
Desde que regreso había enfrentado una situación desesperante, una angustia que se desbordaría como una fuente inagotable de ideas que no le pertenecían ya.
Evitaba toda ocasión social, inundado por armonías, vivía encapsulado, envuelto en una estimulación placentera de sus sentidos. Confundido, perdería el sentido, embriagado, embelesado a medias, con su romanticismo contenido. Tenorio, el artista corrupto seguía en busca de la inspiración encerrada en el cuerpo de Susana y los dos se cimbraban en un lecho tibio, mientras su corazón latía violentamente y después en la calma, el silencio traía consigo el recuerdo del último invierno, cuando la pequeña Juliet había pronunciado esas palabras tan extrañas:
---Quiero un poni, con silla y toda la cosa, quiero que tenga una pata rota ---Tenorio se adjudicó el significado, él era el poni, su rodilla le dolía cada vez más, ¿Era la sugestión o una maldita coincidencia? Después de sentir como la nieve comía sus ojos, hacía la llamada a larga distancia, la llamada desesperada, como todas las que le precedieron, impregnadas de sudor amarillento, como orina que se escurre del niño, al cual olvidaron colocarle un pañal y al sentir la corriente de aire frío colarse por sus extremidades su única reacción es  llorar y orinar, claro en este caso no hubo orina y llanto, hubo lágrimas sí, hubo sudor y sangre y grasa maloliente. La realidad era que estaba solo y desvalido, su cuerpo comenzaba a enfermarse y su alma a envenenarse. Se sentía como un cobarde huyendo a los brazos de Susana mientras que había ganado una batalla a la inercia.

Compró un boleto con la regordeta asistente del gerente. Estaba tan decidido a regresar así como a amar a la chica con la cual se estaba escribiendo de unos meses para acá. Estaba fantaseando con su cama, con los parques cerca de su casa. La comida de su madre, los programas de T.V. en su propio lenguaje. Volverse invisible y mezclarse entre su gente. Amaba su país más que nada
Sin pensar compró el boleto y vendió lo poco que tenía. Una vieja televisión, una computadora portátil casi obsoleta. Guardó algunas ropas en un veliz y lo dejó con su amigo. Sabía que no podía llevar tanto equipaje y guardaba una ingenua esperanza de regresar por su ropa algún día. La gabardina de su padre, el traje que le había comprado su tío, la corbata que le regalara su novia de la prepa.
Días antes de tomar tal resolución, compró una botella de vino. Al parecer se dedicaba a tomar y platicar con las mujeres de su país natal y tratar de sentir esa calidez que se le estaba negando. Ese día apuro la botella y comenzó a platicar con Alexa. Una chica local, joven, curiosa y tolerante. Suficiente para conocer a Tenorio en plena crisis e impulsivo le propuso ir mañana al parque a besarse. Ella accedió.
Al otro día, despertó y vistió las ropas que encontró. Se dirigió a su por demás curiosa cita. Después de meses todavía le sorprendía ver la nieve en los parques. El color era de un blanco tan puro que había veces que quería probar esa nieve. Como si fuera azúcar, caramelo, cristal líquido.
Ni siquiera Alexa, con sus abrazos tímidos y sus besos dulces, en el parque nevado, ni siquiera viviendo un sueño lúcido que a todas luces parecía idóneo para Tenorio, aun así se iría y mandaría todo al carajo. Esa belleza no le pertenecía. Era ajeno a tanta perfección y se sentía sucio, incómodo. Necesitaba del sol o moriría. Supo que tan importante era el sol en su vida hasta que al tocar tierra, el avión que lo llevó de regreso a su país natal, Tenorio encontró un mínimo de paz, al sentir los rayos de ese sol tan anhelado después de su exilio en tierras gélidas y estaba ausente el Astro Rey que despedía ese calor tan gratificante y tan anhelado, entonces sus ojos enjugaron dulces lágrimas de felicidad y cuando su pie posó en el suelo, un escalofrío llegó hasta la espina dorsal. Supo que estaba en casa, indefinidamente.








Elsa es la hija de un famoso químico farmacéutico en Londres, de figura espigada y altiva, caminaba por las calles y los desconocidos le sonreían.
Era médico cirujano y había residido en Madrid por varios años rotando en hospitales. El ritmo de vida fue demasiado vertiginoso, al fin y al cabo se decidió por dedicarse a la investigación en una clínica privada que trataban a pacientes desahuciados. En su mayoría  niños, que a pesar de tener los días contados en esta Tierra, no perdían el brillo de sus ojos y la sonrisa de sus labios era tenue, como la llama de una vela a punto de extinguirse. Elsa tenía un corazón de oro y no reparaba en atenderlos, dándoles medicinas y procurándoles cariño, abrazándolos como lo haría una madre.

Melody era la niña con la que más se identificaba. Contaba con seis años de edad, tenía una inteligencia como pocas. Su acento inglés encantaba a Elsa y platicaban horas, se podría decir que era su mejor amiga.
Perdió el cabello a causa de la quimioterapia y su vanidad quedo destrozada.
--Odio cuando ellos me llaman niño—decía y fruncía el ceño, cruzando sus delgados y pálidos brazos--- ¡Nunca más hablaré con extraños! Sólo contigo, Elsita —decía esto mientras la niña la abrazaba efusivamente.
A pesar de tantos años tratando situaciones difíciles, no podía dejar de sentir un pesar enorme y  reprimía sus lágrimas para explotar en las noches de luna y niebla. Elsa vivía con Marco un español que conoció en Madrid y que le recordaba un poco a su gente.
---¿Pero es que acaso lloras de nuevo, Elsita?---le decía en tono fraterno.
---Disculpa Marco es que ---suspiraba--¿Cuál Dios permite que un niño sufra así?
---Hombre, es que ese Dios que tú dices es sin duda ajeno a las emociones humanas, ya darán con algo, estoy seguro--- decía tratando de consolar a Elsa a quien veía entregarse en cuerpo y alma a socorrer a los pobres niños desvalidos.
---Mira ven tomemos un poco de café eso te reanimará—decía Marco imprimiéndole una ligera alegría a su tono de voz, tratando de contagiar con entusiasmo a su compañera. Sus mimos contenían algo más que una fraterna empatía.
Desde que se conocieron, Marco no pudo resistir los encantos de Elsa, sus ojos cautivadores, su boca de labios finos y esa figura de súper modelo, pero ella estaba consagrada a su clínica y a sus niños, en algún lugar recóndito de su ser reconocía también el gran atractivo de Marco, su sencillez y galanura lo hacían buen partido, pero en fin, después de tomar la mano de Marco esa última noche en Madrid, Elsa besó su mejilla en agradecimiento pero para ella eran suficientes las pláticas ingeniosas y el gusto de ambos por los vinos. Hablar de romance sería inadecuado y además no tenía tiempo. Marco trató de entender su punto de vista profesional y aceptó vivir con ella, haciendo a un lado sus propios sentimientos para no estropear su relación y hasta la fecha lo hacía bien, siendo un renombrado fotógrafo, no le faltaba compañía femenina que Elsa veía con un recelo latente casi imperceptible.


Sonó el despertador, en la habitación de Tenorio que vio por la ventana un cielo alboreado. Estiró la mano, lo apagó y volvió a su posición semi-fetal. Ese día sus hermanas, tomarían un viaje, llevando con ellas la luz del hogar y era menester de hermano llevarlas al aeropuerto. Viajaría con ellas su madre.
---Mamá, ¿Por qué no nos despertaste antes?---dijo Carmina, apresurada.
--Ah ¿Cómo crees? Si desperté a Tania hace media hora, pero no me hizo caso incluso, me disuadió diciendo que el vuelo era más tarde. ---contesto turbada Marie.
---No se nos hace tarde---dijo Tania con la boca llena de espuma por la pasta de dientes.
----aparte no esta tan lejos.
---No, no está lejos pero están haciendo obras, así que yo no sé---dijo Marie.
Carmina fue a la recamara de Tenorio y le dijo suavemente que ya era hora. Tenorio suspiró, contrariado puesto que había conseguido dormir una hora antes. Después de rumiar sus pensamientos pudo soñar con Ema y recordar su figura esbelta envuelta en esencias y mirar sus ojos despidiendo una pasión contenida, un fuego azul, de embrujo. Todavía estaba fresco el néctar venenoso que alguien había bebido parcialmente de esos labios calamitosos y acaramelados y que Tenorio desapercibidamente en su desabrimiento, permitía que entrara por su herida más profunda.
Sus hermanas viajarían lejos pero por experiencia sabía que el tiempo vuela y antes de que se diera cuenta ya estarían de regreso.



Los accesos de vómito de Melody preocupaban a Elsa.
---Quiero que paren---lloraba la niñita con su bata de estrellas y lunas con ojos y boca.
Las arcadas eran muy fuertes y ya había devuelto todo lo que tenía en el estómago. Si no hacía algo podría lastimarse así que después de cerciorarse que ella no estaba viéndola. Le inyectó un potente narcótico que convirtió su llanto incontrolable y sus arcadas, en un sollozo primero, luego  un murmullo y finalmente en respiraciones.
---Enfermera, tengo que salir pero no deje de llamar si algo le sucede a Melody— salió de inmediato con un nudo en la garganta.
Corrió directo al baño. Le embargaba la pena y temía que la vieran las enfermeras y la juzgaran por poco profesional. Nada ni nadie podía quitarle ese dolor e impotencia que sentía al no poder salvar a Melody.
Ni toda la ciencia, ni toda la fe cambiarían el funesto destino de la pequeña.  
De pronto se abrió la puerta del baño y el asistente del Dr. Krauss, Jasper, entró violentamente.
---¡Dra. Méndez! ¡Dra. Méndez! ¿Está por aquí? El Dr. Krauss...las células están reaccionando...tiene que verlo...—dijo excitado.

Elsa seco sus lágrimas, limpió su nariz y salió del W.C. donde estaba refugiada.
---¡Dra. Venga rápido al laboratorio! ¡Las células! ¡Finalmente...!—seguía excitado el asistente y hablando apresuradamente.
---Jasper, ¡Calma! ¿De qué estás hablando?—dijo Elsa con voz ligeramente nasal por la congestión que le había causado el llanto.
--¡Tiene que ver esto! En el laboratorio...las células... ¡Lo logramos!. —dijo el asistente viendo hacia arriba, como si tuviera una epifanía en ese momento. Jasper frenético, saltaba de gusto. La cura para el cáncer era una realidad.

Al llegar a la puerta del laboratorio, usaría las gafas para protección y el traje blanco. Jasper hizo lo mismo y los dos entraron cuando las puertas automáticas se abrieron. Un espeso humo blanco los envolvió en medio de una penumbra, solo los focos violetas estaban prendidos y daban una luz débil.

Al abrirse otra puerta entraron al laboratorio donde el Dr. Krauss observaba por el microscopio, a su alrededor había tubos de ensayo, soluciones, todo el cuarto era impecablemente blanco y en una pantalla se proyectaba la imagen de unas esferas que se contraían, rodeadas por colores salpicados.
---Dra. Méndez es un honor comunicarle que lo hemos logrado. ¡Hemos logrado que las células reaccionen! ¡Mire usted! Las células se están regenerando. Ahora solo hace falta saber cómo despertar a los sujetos de experimentación. Mientras tanto el cáncer tiene una cura. ---dijo el Dr. Krauss con una amplia sonrisa y levantando el pecho como cuando se habla de situaciones heroicas.
Elsa, con el sentimiento a flor de piel debido a Melody, entró a la cámara donde estaban “Frijol” y “Maíz” dos perros de raza indefinida a los cuales se les había inducido el cáncer y yacían inertes por separado. De no ser por sus estómagos que se inflaban y desinflaban se diría que estaban muertos. Sin embargo no lo estaban y en su interior, en su torrente sanguíneo, vertiginoso, viajaba la cura contra el cáncer, que Elsa olvidando el estupor que embargaba los sentidos del Dr. Krauss y de su asistente, solo pensaba en salvar a Melody, le había dado una dosis muy fuerte, había dormido a esa niñita de forma indefinida pero ahora había una esperanza. Lo que sea que despertara a los perros despertaría también a Melody.

----¡Dra. Méndez! ¡Lo logramos! La humanidad esta salvada.—dijo el Dr. Krauss.—bueno en cuanto figuremos como despertarlos.

Ella bajó el rostro y una última lágrima que rodara por la  mejilla de la Dra. Méndez comenzaba a evaporarse. Sonrió y también lloró un poco. Estaba decidida a darle una oportunidad a Melody.

Esa noche no lo pensó más, entraría en el laboratorio, tomaría la muestra que contenía la cura y la inyectaría a Melody. Al día siguiente yacía el cuerpo menudo de la niña del cual salían cualquier clase de tubos y cables conectados a monitores que medían sus señales y Elsa estaba a su lado, leyendo electrocardiogramas y acariciando la frente de la niña. De repente, la aguja del ECG, mandaría lecturas exorbitantes, su corazón latería rápidamente, haciendo sonar alarmas. Era demasiado tarde, la cura no actuaría en su cuerpo minado por el cáncer y la niña exhalaría su último aliento contaminando el aire con un virus malévolo del sueño que progresivamente afectaría a todos menos a Elsa y a Tenorio.






En el trabajo, Tenorio empezaba a observar que sucedían cosas extrañas. Personas que llevaban ahí años empezaban a verse agotados. Cada vez iban menos clientes al restaurante y los nuevos empleados pedían descansos a cada rato. El gerente pronto comenzó a exasperarse y a despedir gente. Se respiraba  un cansancio crónico, inexplicable. La situación llegó a un grado absurdo al ver como en el área de juegos los niños se desplomaban como si les apagaran un interruptor y los padres asustados subían a sus coches y desaparecían.
El siguiente día, camino al trabajo observó a las  innumerables aves que yacían inconscientes en el suelo o caían fulminadas.
Al principio Tenorio pensó en el calentamiento global o la contaminación o una fuga de gas. Al seguir caminando observó varios choques donde los tripulantes apenas si se molestaban en salir del coche. En el primer choque se asustó e intentó ayudar, pero después se daba cuenta que los tripulantes quedaban inconscientes. De repente todo mundo comenzaba a desplomarse como muñecos de trapo.

El pueblo en el que vivía se sumergiría en un denso silencio sepulcral.

Al contrario de lo que pensaría la situación le daba cierta felicidad. Estaba solo y podía hacer lo que quisiera. Al entrar al trabajo lo primero en lo que pensó fue en Scarlet, de grandes senos y ojos verdes seductores, un verdadero portento de mujer. La buscó por todos lados, en el vestíbulo, en la sala de juegos. Recordó que siempre antes de comenzar su turno, se dirigía a los vestidores, atrapando la mirada de los compañeros, contoneando su cuerpo, luciendo sus bellas piernas y blusas escotadas. Vestía como prostituta redimida, utilizando su energía atendiendo a clientes desesperados, evitando a ex novios insatisfechos, ansiosos de perderse de nuevo en esas formas prohibidas, que despedían lujuria en su fase más temprana.
Al entrar a los vestidores observaría a sus compañeras a medio vestir tiradas en el piso. Pudo observar a Tide en bóxers que decían “Cómeme” en la parte frontal, dejando ver un seno blanquecino con la aureola color rosa. Cuerpos semi desnudos y más allá Scarlet.
Se acercó conteniendo su respiración, estaba agitado. Primero se acostó a lado de ella, observando la calma con la que yacía angelical, luego se acercó a su rostro, sintiendo el cálido aire que salía por su nariz y besó sus labios. Un largo beso probando las texturas de su boca, succionando su lengua yerta. Metió una mano por debajo de la blusa y rodeó un seno voluptuoso, levantó su camisa y pudo ver su brassiere color blanco, lo desabrochó por detrás y observó esos senos perfectos y redondos como toronjas, acercó su rostro y se posó entre ellos, oyendo su corazón. Alzó la falda y se deshizo de sus pantalones. Intentó entrar por entre sus labios vaginales estaban cerrados, herméticos, utilizó su boca y su lengua intentando abrirlos y cuando sintió que los músculos estaban más relajados, entró en ellos suavemente, palpaba su pecho, besaba su boca, respiraba en su cabello, tuvo un orgasmo dentro de ella que lo hizo ver destellos. Después dormitó, perdió noción de tiempo y espacio mientras completaba la jornada, poseyendo a todas sus bellas compañeras, suspendidas, sumergidas en un sueño profundo.
Parecía que la tranquilidad tan ansiada era reemplazada por una sensación más dulce y cálida. Ahora entendía que el caos, tenía sentido si este producía placer.






Elsa reconocería su error. Había actuado impulsivamente y se odiaba por ello pero más odiaba a la Naturaleza malsana que le había arrebatado la vida a esa pobre niña indefensa. Ya no tenía lágrimas pero aun así seguía llorando, con espasmos que la doblaban. Había causado una calamidad y se sentía la más sola del mundo. Llamó a su casa esperando oír la suave y ronca voz de Marco. En cambio sonó esa grabación que le pareció ridícula de ambos riendo y pidiendo dejar el mensaje con los datos para comunicarse después.
Caminó con el cuerpo de Melody por las calles desiertas de Londres y observó un paisaje sepulcral. Cuerpos regados por todos lados, televisiones encendidas en las tiendas, cuando parecía que había señales de vida eran sólo la música del radio de algún coche o las maquinas en las fábricas, o las alarmas de los establecimientos donde autobuses habían chocado. No había señal de vida, ella misma quería dejar de existir pero de pronto una idea cruzó su cabeza, si todos estaban dormidos ¿Por qué ella seguía despierta? Y una idea que la conmovió desde adentro e hizo que los quejidos acabaran. Si ella estaba despierta seguro habría alguna o varias personas más. Por un momento la esperanza llenó su corazón. Pero primero tendría que sepultar a Melody y lo haría lo más rápido posible.
Estaba por terminar de cavar el hoyo. Estaba sudorosa y resoplando. De pronto oiría un risa.
-“Melody” – pensó. Afuera no había nadie. La sábana con la cual había cubierto el cadáver de la niña ahora estaba tirado en el piso.
- ¡Melody!- gritó. - ¡Ven, pequeña! –
Había escogido el bosque cerca del lago artificial y ya había empezado a oscurecer. De pronto sintió una angustia profunda. Escucharía como ruidos de un animal comiendo. Separó los matorrales y vería a Melody comiendo lo que parecía un cadáver de algún animal. Elsa casi se desmayaría del susto. Melody o al menos lo que quedaba de ella gritaría espantosamente dejando ver su boca llena de sangre negra coagulada.



Despertaría con los rayos del sol lastimando su cara. Al incorporarse se tomaría la cabeza con una mano. Tenía jaqueca. De pronto todo vino a su mente. Melody o lo que fuera la atacaría. Recordó haber forcejeado con ella. Sintiendo los dientes de Melody casi arrancándole la nariz. Recordaría también haber tomado una piedra y con ella golpear a la niña en la cabeza. Recordaría también haber llorado hasta perder el conocimiento.

Desesperada, correría al laboratorio, despavorida pensaba en lo que acababa de suceder.  
Se dirigió al hospital Santa Rosa que estaba cerca de la clínica y de donde les mandaban pacientes que quisieran una alternativa de tratamiento al recibir las funestas negativas de los diagnósticos finales. Ahí estuvo por más de cuarenta y ocho días utilizando todas sus fuerzas para traer gente, niños, mujeres y hombres y ponerles suero intravenoso, esperando perfeccionar el antídoto para el sueño que habían estado desarrollando. Pero antes tenía que dormir, nunca se había sentido tan desolada. A pesar de estar extenuada hasta casi perder el sentido, el pánico no la dejaba dormir así que tuvo que tomar somníferos, para esto reunió todos los despertadores que había el hospital y los preparó a activarse a las diez de la mañana, eran las cinco de la tarde en ese momento.


Tenorio, observaba televisión en el cuarto de exhibición del centro comercial. Había decidido vivir allí. Vestía una bata de seda de las más caras y bebía champagne directo de la botella. En la pantalla observaba caricaturas de humor ácido y reía a carcajadas, embriagado, de repente besaba a la mujer que tenía a un lado. La mujer parecía una muñeca de trapo.
-¡Vamos mujer! No seas tan aburrida. Dale un trago. – y apuraba un trago
para él y otro para la chica totalmente inconsciente. Se derramaría el líquido haciendo que Tenorio gritara.
-    ¡Hey chica! Si no quieres tomar no la desperdicies. ¡Caray con estas chicas! No saben nada.

Habían pasado dos días desde que todo mundo dormía y a Tenorio le importaba un bledo. Vivía una vida de rey sin que nadie le molestase. Solo veía capítulos grabados de sus series favoritas, bebía, comía y follaba con las distintas mujeres, rubias, morenas, altas, bajas, todas ellas inanimadas.
Terminando el capítulo donde un ser humanoide y de color amarillo, calvo y regordete da de comer donas a su perro. Incorporándose torpemente Tenorio  se dirigió al baño, estaba ebrio y tambaleante, tarareó una canción y después salió, al llegar a la cama la mujer con la cual dormía estaba despierta, con una expresión de terror al verse desnuda en una cama, en un centro comercial y más fue su sorpresa cuando llegó Tenorio extrañado.
Mientras ella contenía un grito de horror y asco al ver a Tenorio desnudo. Comprendió de inmediato que la había violado y posiblemente drogado. Quiso gritar pero de su garganta no salió sonido alguno. Tenorio se acercó y ella en un reflejo tomó el cuchillo que estaba a su lado y lo amenazó. Entonces él tomó la sábana de la cama y la enfrentó. Rápidamente la desarmó y le asestó un golpe que la noqueó. La amordazó.
¡Jesús! – dijo para sus adentros.
Se dio un buen baño para pensar las cosas con más calma y explicaría a la mujer la cuál desconocía, si es que ella lo quería oír, la extraña sucesión de hechos, donde curiosamente ella había acabado golpeada y amordazada. Lo que no sabía era que la había golpeado tan fuerte que quedaría en coma. Al regresar, la mujer estaría babeando sangre con saliva, en un estado deplorable. Tendría que buscar otro lugar donde vivir.





Esa mañana, Elsa, siempre intuitiva, se levantaría con una sensación extraña que la incomodaba. Una de sus virtudes era bloquear sus sentimientos en situaciones difíciles. La muerte de Melody, la soledad, la incertidumbre, toda la desolación causarían estragos en el estado anímico de Elsa, tan acostumbrada a las contingencias. Recordaba las palabras del Dr. Krauss, cuando se refería a que hacer en caso de una epidemia, abordarían todos los aspectos técnicos pero olvidaron los aspectos emocionales. Era devastador, su único impulso de vida estaba enfocado a encontrar a otro ser vivo y empezar de nuevo.
Ese día como lo había hecho los últimos días, se levantaba con la esperanza viva, peleando contra su propia voluntad debilitada. Lloraba todos los días la muerte de Melody y la pérdida de sus seres queridos. Dejando a un lado todo el dolor se concentraba en los pacientes, si así se les podía llamar. Los bañaba, flexionaba sus extremidades, les empezó a leer libros y revistas, empezaba a  sentirse ridícula hablándole a un ser humano en estado vegetal.
Un día soleado, estaba leyendo una novela dramática donde después de una serie de errores conjugados, dos hermanos terminan enamorados ante el horror de su familia, de la misma mujer cuando de repente oyó un ruido en los cuartos contiguos. Se asustó no pensó en la posibilidad de encontrar a alguien vivo y enseguida las dudas la asaltaron, no tenía una arma. Temblorosa, tomó una bandeja de metal, en la que sirven los alimentos y se dirigió a donde se oía ruidos de vasos cayendo, cuando entró, observó al Dr. Krauss intentando levantarse del piso, al parecer, había caído de su cama y al estar inhabilitado por varios días, sus músculos difícilmente le respondían así que estaba imposibilitado para caminar o moverse. Elsa experimentó un alivio parecido a un éxtasis religioso. La epidemia del sueño era temporal, pronto todos despertarían. Esta horrible pesadilla terminaría.
---¡Dr. Krauss! ¡Qué alegría verlo!---la voz quebrada por la emoción de Elsa, rompió el silencio sepulcral.
Lo ayudó a levantarse y a ponerlo de nuevo en la cama. En sus ojos vio confusión y dulzura. 
--¿Qué ha pasado? No logro recordar nada...el laboratorio...las alarmas… ¡Oh Dios mío! Las alarmas de contingencia. ¡Elsa! Tienes que decirme exactamente qué pasó. ---aunque estaba muy débil, la voz del Dr. se escuchó enérgica.
--Doctor, disculpe estoy muy feliz de verlo, después de inyectar la cura a Mel...---El Dr. Krauss se estremeció---En el nombre de Dios ¿Qué has hecho?---
---Doctor la cura funciona y el sueño es un estado temporal. Si ha despertado, solo es cuestión de tiempo para que los demás despierten. Melody murió, la enfermedad estaba demasiado avanzada. Pero usted y los demás estarán bien. – dijo ocultando el suceso donde volvería a la vida como un ser demoniaco.
En el transcurso de la plática, Elsa detectó un aroma extraño emanando del cuerpo del Dr. Krauss, algo parecido al olor que se encierra dentro de un refrigerador descompuesto, dulzón, nauseabundo, lo atribuyó a la falta de higiene, debido a que tenía muchos pacientes en el hospital y tal vez había olvidado darle un baño a su colega.
--Venga Dr. tiene que recuperarse pronto, le prepararé algo de comer y después esperaremos a que despierten todo mundo.----la voz de Elsa se oía animada.

De pronto el Dr. Krauss sacudió su brazo, Elsa lo miró extrañada y trató de acercarse pero la mirada del Dr. hizo que ella retrocediera, el olor dulzón ahora era parecido al excremento, contuvo las ganas de vomitar.
---Elsita---la voz cavernosa del Dr. hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Elsa---no me siento bien.
---Ven, por favor, abrázame---Elsa no podía hablar, las náuseas eran cada vez más fuertes, dado que no había alimento en su estómago, las arcadas le producían dolor, se alejó. Pero una mano la apretó del brazo como una pinza.
---Elsita le estoy hablando-la voz cavernosa y el olor nauseabundo petrificaron de horror a Elsa que forcejeó y se logró soltar, se tropezó y observó que el Dr. Krauss vomitaba algo asqueroso y negro, parecido a las aguas de alguna cloaca.
---En serio no me siento bien---dijo el Dr. Krauss escupiendo en la cara de Elsa.---La llevaré a un lugar muy hermoso---diciendo, esto intentó estrangularla, Elsa tomó la bandeja de metal que estaba cerca y con ella le asestó varios golpes en la cabeza que se sentía extrañamente como una calabaza. Explotó, lanzando fragmentos de materia oscura por todos lados, el cuerpo sin cabeza del Dr. Krauss seguía moviéndose y las manos estaban asidas a su cuello. De pronto todo se volvió oscuro y perdería el conocimiento.


Tenorio había decido vivir en un pent-house. Los cuerpos en las calles empezarían a descomponerse y expeler un ambiente irrespirable así que en el último piso de ese gran edificio todavía se podía respirar aire limpio.  Había notado que las mujeres que estaban a su lado despertaban, como las tenía amordazadas y amaradas a las camas pues solo se oía cuando empezaban a gritar, luego duraban exactamente treinta minutos normales y luego el olor a excremento, luego se convertían en seres repulsivos y violentos, a las cuales tenía que matar o se convertiría todo en un batidero de vómito negro y podía ser peligroso si alguna de ellas se soltaba.  La situación con la chica anterior lo tenía sin cuidado, había encontrado bastante placentero copular con cuerpos inanimados y ahora las ataba a la cama por si volvía a suceder lo mismo no tendría que golpear a nadie.
Entraba y salía de esa calidez, le enloquecía hacerlo con Marlene, otra de sus compañeras, alta, esbelta, de pequeños senos con aureolas rosas.
---Te gusta, que rico sientes ¿verdad?---jadeaba Tenorio, inflamado de deseo, mientras tomaba ese cuerpo inanimado. Se detenía para observar su desnudez, el poco vello que recubría todo su cuerpo y sonreía de placer. Ese día se sentía romántico, había veces que le gustaba golpearlas, en el trasero hasta dejarlo enrojecido o jalar el cabello hasta arrancar algunos mechones. Al fin y al cabo no sentían nada y él encontraba el placer de usar su fuerza en esos bultos eróticos.
Volteó el cuerpo de Marlene y observó ese trasero redondo, después de realizar toda clase de perversiones empezó a notar un aroma dulzón, ligeramente descompuesto.
Estaba encima de ella y no quería parar, se cubrió la cara con un trapo y siguió penetrándola, de pronto ella despertó. Estaba amordazada y atada de brazos y piernas. Tenorio la golpeó una vez haciéndole saber que no pararía, Marlene, forcejeaba en vano, no tenía fuerzas así que después de un rato el cansancio la derrotaría, rogó interiormente porque todo ello terminara rápido. Tenorio posesionado, haría cosas impensables con Marlene despierta. Ella terminaría perdiendo el conocimiento, pero llegó un momento en que el olor dulzón se convirtió en olor en excremento. Siguió martirizándola ignoto de su condición hasta que los gritos de Marlene se convirtieron en algo parecido a rugidos, roncos, de ultratumba, de su boca salían espumarajos negros, Tenorio, eyacularía en su interior segundos antes de meterle un balazo en la cabeza. Los ojos de ambos eran color blanco.
---¡Qué carajo!--- dijo dificultosamente y saltar de la cama. ---¡Maldito fenómeno!---respiraba trabajosamente. –Tendré  que irme de nuevo, esto ya no es divertido.



Cuando Elsa despertó, gritó de terror, el cuerpo del Dr. Krauss seguía encima de ella, pero ahora estaba inerte, se pudo zafar rápidamente e ir al baño, sentía muchas nauseas, el vómito negro estaba en sus ropas y todavía estaba confundida y desvalida. Al asomarse a las calles vería gente caminando,  algunos con el vómito negro en las camisas, otros corriendo despavoridos. Eventualmente todos los que despertaban se convertían en seres agresivos. Llena de pavor, atrancaría puertas y ventanas, viviría en el hospital y después de dos semanas, sobrevivirían solo algunas personas, a las cuales mantenía atadas a las camillas, mantenía a los pacientes aislados, en cuartos con llave y eventualmente medía sus signos, cambiaba el suero, les inyectaba antibióticos. Notó que al despertar, los pacientes experimentaban treinta minutos de lucidez, luego, era mejor correr. Se tornarían agresivos y ultra violentos. Algunas veces les concedía la eutanasia, era demasiado ver la transformación de seres humanos a esas “cosas”, nadie merecía una muerte como tal.
Su último paciente, Marco aún dormía, estaba en los huesos, lleno de llagas producidas por la salinidad del sudor que corroía la piel. Estuvo pendiente al momento de que Marco despertara y tardó dos días. Sus primeras palabras la hicieron llorar.
--Te ves más hermosa que nunca—intentó levantar un brazo para acariciar su cara, pero debilitado, su brazo sólo se levantó unos centímetros.
--No sé qué pasó pero estuve soñando contigo, corríamos entre bosques, nadamos en mares, nos besamos a la luz de la luna--- dijo con voz débil.
Elsa trató de resumir lo que había pasado en unas cuantas líneas. Sabía que tenía el tiempo contado. Pronto el olor dulzón molestaría su olfato. Era hora de darle a Marco un poco de paz,  besó sus labios agrietados, como los de un errante deshidratado, las lágrimas de Elsa refrescaban su rostro. –Te amo- pronunció Marco con voz cavernosa.—Yo te amo también dijo Elsa--- convulsionada por el dolor. La aguja entraría en el minúsculo tubo que se conectaba por un extremo al suero y  terminaba en las arterias de Marco, donde la sangre se tornaría negra y si no se apresuraba efervescería por sus ojos, nariz y boca. –Te amo como nunca amaré a nadie---dijo Marco antes de desvanecerse en la eternidad.
Elsa no pudo más que desear una muerte rápida para ella también. Tenía en su mano los potentes somníferos con los que dormían a los perros en experimentación, sabía que si los tomaba y ponía una bolsa en su cabeza eventualmente su corazón dejaría de latir, sin dolor, sin miedo.
Los próximos días serían un infierno viviente y si quería seguir viva tendría que reunir todas las fuerzas posibles. Tenía la esperanza de encontrar a otro ser vivo. Sabía en su interior que había alguien más.
En ese momento oiría disparos y gritos. Observaría a Tenorio disparando a los seres que se arremolinaban a su alrededor. Corrió entonces a la salida, no sin antes evadir seres que le arrojaban ese vómito negro.
Le hizo señas y Tenorio logró verla, le dijo que bajara con ella que utilizara la manguera de incendios.
Elsa así lo hizo pero tenía que correr por el laboratorio para llegar a la sala de espera donde estaba la manguera. Al pasar por el laboratorio, observaría a “Fríjol” y a “Maíz”, se había olvidado completamente de ellos,  estaban despiertos, gemían. Elsa cargó a “Maíz” y lo llevó con ella a la sala de espera, podría huir con Tenorio y con el perro sin cáncer y totalmente despierto, podría enmendar su error, erradicando el cáncer.  Tomó la manguera y bajó con el perro, cuando se acercó a Tenorio, él percibiría el hedor a excremento de perro que Elsa pisaría accidentalmente, para él sería señal de que estaba infectada.
---¡Oh mierda! ¡Muere basura!---dispararía directo a la cabeza de Elsa.
“Maíz” caería al piso emitiendo un gemido, Tenorio, en un acto de bondad inusitada levantaría al perro, hasta su rostro.
---Vamos amiguito, no tienes nada de qué preocuparte---

La mirada del cadáver de Elsa se perdía en el infinito.

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