Durmieron
todos
Subsistía delirando,
flotando en el tiempo, calumniado por sus ilusiones. La soledad se convertía en
una suave cinta de seda que rozaría su cuello por las noches asfixiándolo lentamente interrumpiendo su sueño donde los
besos de Susana herían el hielo alojado en sus huesos y este escapara hacia las
nubes, evaporándose, agradeciendo al sol su ansiada libertad.
El insomnio aplastante
emancipaba la tranquilidad de la mente torcida de Tenorio y en la penumbra de
su habitación, las sombras seguían reclamando la posesión de su alma, dividida
por la erotomanía que evocaba con frases inequívocas intentando desatar los
nudos que se enarbolaban en su interior.
Desde que regreso había
enfrentado una situación desesperante, una angustia que se desbordaría como una
fuente inagotable de ideas que no le pertenecían ya.
Evitaba toda ocasión social,
inundado por armonías, vivía encapsulado, envuelto en una estimulación
placentera de sus sentidos. Confundido, perdería el sentido, embriagado,
embelesado a medias, con su romanticismo contenido. Tenorio, el artista
corrupto seguía en busca de la inspiración encerrada en el cuerpo de Susana y
los dos se cimbraban en un lecho tibio, mientras su corazón latía violentamente
y después en la calma, el silencio traía consigo el recuerdo del último
invierno, cuando la pequeña Juliet había pronunciado esas palabras tan
extrañas:
---Quiero un poni, con silla
y toda la cosa, quiero que tenga una pata rota ---Tenorio se adjudicó el
significado, él era el poni, su
rodilla le dolía cada vez más, ¿Era la sugestión o una maldita coincidencia?
Después de sentir como la nieve comía sus ojos, hacía la llamada a larga
distancia, la llamada desesperada, como todas las que le precedieron,
impregnadas de sudor amarillento, como orina que se escurre del niño, al cual
olvidaron colocarle un pañal y al sentir la corriente de aire frío colarse por
sus extremidades su única reacción es
llorar y orinar, claro en este caso no hubo orina y llanto, hubo
lágrimas sí, hubo sudor y sangre y grasa maloliente. La realidad era que estaba
solo y desvalido, su cuerpo comenzaba a enfermarse y su alma a envenenarse. Se
sentía como un cobarde huyendo a los brazos de Susana mientras que había ganado
una batalla a la inercia.
Compró un boleto con la
regordeta asistente del gerente. Estaba tan decidido a regresar así como a amar
a la chica con la cual se estaba escribiendo de unos meses para acá. Estaba
fantaseando con su cama, con los parques cerca de su casa. La comida de su
madre, los programas de T.V. en su propio lenguaje. Volverse invisible y
mezclarse entre su gente. Amaba su país más que nada
Sin pensar compró el boleto
y vendió lo poco que tenía. Una vieja televisión, una computadora portátil casi
obsoleta. Guardó algunas ropas en un veliz y lo dejó con su amigo. Sabía que no
podía llevar tanto equipaje y guardaba una ingenua esperanza de regresar por su
ropa algún día. La gabardina de su padre, el traje que le había comprado su
tío, la corbata que le regalara su novia de la prepa.
Días antes de tomar tal
resolución, compró una botella de vino. Al parecer se dedicaba a tomar y
platicar con las mujeres de su país natal y tratar de sentir esa calidez que se
le estaba negando. Ese día apuro la botella y comenzó a platicar con Alexa. Una
chica local, joven, curiosa y tolerante. Suficiente para conocer a Tenorio en
plena crisis e impulsivo le propuso ir mañana al parque a besarse. Ella
accedió.
Al otro día, despertó y
vistió las ropas que encontró. Se dirigió a su por demás curiosa cita. Después
de meses todavía le sorprendía ver la nieve en los parques. El color era de un
blanco tan puro que había veces que quería probar esa nieve. Como si fuera
azúcar, caramelo, cristal líquido.
Ni siquiera Alexa, con sus
abrazos tímidos y sus besos dulces, en el parque nevado, ni siquiera viviendo
un sueño lúcido que a todas luces parecía idóneo para Tenorio, aun así se iría
y mandaría todo al carajo. Esa belleza no le pertenecía. Era ajeno a tanta
perfección y se sentía sucio, incómodo. Necesitaba del sol o moriría. Supo que
tan importante era el sol en su vida hasta que al tocar tierra, el avión que lo
llevó de regreso a su país natal, Tenorio encontró un mínimo de paz, al sentir
los rayos de ese sol tan anhelado después de su exilio en tierras gélidas y
estaba ausente el Astro Rey que despedía ese calor tan gratificante y tan
anhelado, entonces sus ojos enjugaron dulces lágrimas de felicidad y cuando su pie
posó en el suelo, un escalofrío llegó hasta la espina dorsal. Supo que estaba
en casa, indefinidamente.
Elsa es la hija de un famoso
químico farmacéutico en Londres, de figura espigada y altiva, caminaba por las
calles y los desconocidos le sonreían.
Era médico cirujano y había
residido en Madrid por varios años rotando en hospitales. El ritmo de vida fue
demasiado vertiginoso, al fin y al cabo se decidió por dedicarse a la
investigación en una clínica privada que trataban a pacientes desahuciados. En
su mayoría niños, que a pesar de tener los
días contados en esta Tierra, no perdían el brillo de sus ojos y la sonrisa de
sus labios era tenue, como la llama de una vela a punto de extinguirse. Elsa
tenía un corazón de oro y no reparaba en atenderlos, dándoles medicinas y
procurándoles cariño, abrazándolos como lo haría una madre.
Melody era la niña con la
que más se identificaba. Contaba con seis años de edad, tenía una inteligencia
como pocas. Su acento inglés encantaba a Elsa y platicaban horas, se podría
decir que era su mejor amiga.
Perdió el cabello a causa de
la quimioterapia y su vanidad quedo destrozada.
--Odio cuando ellos me
llaman niño—decía y fruncía el ceño, cruzando sus delgados y pálidos brazos--- ¡Nunca
más hablaré con extraños! Sólo contigo, Elsita —decía esto mientras la niña la
abrazaba efusivamente.
A pesar de tantos años
tratando situaciones difíciles, no podía dejar de sentir un pesar enorme y reprimía sus lágrimas para explotar en las
noches de luna y niebla. Elsa vivía con Marco un español que conoció en Madrid
y que le recordaba un poco a su gente.
---¿Pero es que acaso lloras
de nuevo, Elsita?---le decía en tono fraterno.
---Disculpa Marco es que
---suspiraba--¿Cuál Dios permite que un niño sufra así?
---Hombre, es que ese Dios
que tú dices es sin duda ajeno a las emociones humanas, ya darán con algo,
estoy seguro--- decía tratando de consolar a Elsa a quien veía entregarse en
cuerpo y alma a socorrer a los pobres niños desvalidos.
---Mira ven tomemos un poco
de café eso te reanimará—decía Marco imprimiéndole una ligera alegría a su tono
de voz, tratando de contagiar con entusiasmo a su compañera. Sus mimos
contenían algo más que una fraterna empatía.
Desde que se conocieron,
Marco no pudo resistir los encantos de Elsa, sus ojos cautivadores, su boca de
labios finos y esa figura de súper modelo, pero ella estaba consagrada a su
clínica y a sus niños, en algún lugar recóndito de su ser reconocía también el
gran atractivo de Marco, su sencillez y galanura lo hacían buen partido, pero
en fin, después de tomar la mano de Marco esa última noche en Madrid, Elsa besó
su mejilla en agradecimiento pero para ella eran suficientes las pláticas
ingeniosas y el gusto de ambos por los vinos. Hablar de romance sería
inadecuado y además no tenía tiempo. Marco trató de entender su punto de vista
profesional y aceptó vivir con ella, haciendo a un lado sus propios
sentimientos para no estropear su relación y hasta la fecha lo hacía bien,
siendo un renombrado fotógrafo, no le faltaba compañía femenina que Elsa veía
con un recelo latente casi imperceptible.
Sonó el despertador, en la
habitación de Tenorio que vio por la ventana un cielo alboreado. Estiró la
mano, lo apagó y volvió a su posición semi-fetal. Ese día sus hermanas,
tomarían un viaje, llevando con ellas la luz del hogar y era menester de
hermano llevarlas al aeropuerto. Viajaría con ellas su madre.
---Mamá, ¿Por qué no nos
despertaste antes?---dijo Carmina, apresurada.
--Ah ¿Cómo crees? Si
desperté a Tania hace media hora, pero no me hizo caso incluso, me disuadió
diciendo que el vuelo era más tarde. ---contesto turbada Marie.
---No se nos hace
tarde---dijo Tania con la boca llena de espuma por la pasta de dientes.
----aparte no esta tan
lejos.
---No, no está lejos pero
están haciendo obras, así que yo no sé---dijo Marie.
Carmina fue a la recamara de
Tenorio y le dijo suavemente que ya era hora. Tenorio suspiró, contrariado
puesto que había conseguido dormir una hora antes. Después de rumiar sus
pensamientos pudo soñar con Ema y recordar su figura esbelta envuelta en
esencias y mirar sus ojos despidiendo una pasión contenida, un fuego azul, de
embrujo. Todavía estaba fresco el néctar venenoso que alguien había bebido
parcialmente de esos labios calamitosos y acaramelados y que Tenorio
desapercibidamente en su desabrimiento, permitía que entrara por su herida más
profunda.
Sus hermanas viajarían lejos
pero por experiencia sabía que el tiempo vuela y antes de que se diera cuenta
ya estarían de regreso.
Los accesos de vómito de
Melody preocupaban a Elsa.
---Quiero que
paren---lloraba la niñita con su bata de estrellas y lunas con ojos y boca.
Las arcadas eran muy fuertes
y ya había devuelto todo lo que tenía en el estómago. Si no hacía algo podría
lastimarse así que después de cerciorarse que ella no estaba viéndola. Le
inyectó un potente narcótico que convirtió su llanto incontrolable y sus
arcadas, en un sollozo primero, luego un
murmullo y finalmente en respiraciones.
---Enfermera, tengo que
salir pero no deje de llamar si algo le sucede a Melody— salió de inmediato con
un nudo en la garganta.
Corrió directo al baño. Le
embargaba la pena y temía que la vieran las enfermeras y la juzgaran por poco
profesional. Nada ni nadie podía quitarle ese dolor e impotencia que sentía al
no poder salvar a Melody.
Ni toda la ciencia, ni toda
la fe cambiarían el funesto destino de la pequeña.
De pronto se abrió la puerta
del baño y el asistente del Dr. Krauss, Jasper, entró violentamente.
---¡Dra. Méndez! ¡Dra.
Méndez! ¿Está por aquí? El Dr. Krauss...las células están reaccionando...tiene
que verlo...—dijo excitado.
Elsa seco sus lágrimas,
limpió su nariz y salió del W.C. donde estaba refugiada.
---¡Dra. Venga rápido al
laboratorio! ¡Las células! ¡Finalmente...!—seguía excitado el asistente y
hablando apresuradamente.
---Jasper, ¡Calma! ¿De qué
estás hablando?—dijo Elsa con voz ligeramente nasal por la congestión que le
había causado el llanto.
--¡Tiene que ver esto! En el
laboratorio...las células... ¡Lo logramos!. —dijo el asistente viendo hacia
arriba, como si tuviera una epifanía en ese momento. Jasper frenético, saltaba
de gusto. La cura para el cáncer era una realidad.
Al llegar a la puerta del
laboratorio, usaría las gafas para protección y el traje blanco. Jasper hizo lo
mismo y los dos entraron cuando las puertas automáticas se abrieron. Un espeso
humo blanco los envolvió en medio de una penumbra, solo los focos violetas
estaban prendidos y daban una luz débil.
Al abrirse otra puerta
entraron al laboratorio donde el Dr. Krauss observaba por el microscopio, a su
alrededor había tubos de ensayo, soluciones, todo el cuarto era impecablemente
blanco y en una pantalla se proyectaba la imagen de unas esferas que se
contraían, rodeadas por colores salpicados.
---Dra. Méndez es un honor
comunicarle que lo hemos logrado. ¡Hemos logrado que las células reaccionen!
¡Mire usted! Las células se están regenerando. Ahora solo hace falta saber cómo
despertar a los sujetos de experimentación. Mientras tanto el cáncer tiene una
cura. ---dijo el Dr. Krauss con una amplia sonrisa y levantando el pecho como
cuando se habla de situaciones heroicas.
Elsa, con el sentimiento a
flor de piel debido a Melody, entró a la cámara donde estaban “Frijol” y “Maíz”
dos perros de raza indefinida a los cuales se les había inducido el cáncer y
yacían inertes por separado. De no ser por sus estómagos que se inflaban y
desinflaban se diría que estaban muertos. Sin embargo no lo estaban y en su
interior, en su torrente sanguíneo, vertiginoso, viajaba la cura contra el
cáncer, que Elsa olvidando el estupor que embargaba los sentidos del Dr. Krauss
y de su asistente, solo pensaba en salvar a Melody, le había dado una dosis muy
fuerte, había dormido a esa niñita de forma indefinida pero ahora había una
esperanza. Lo que sea que despertara a los perros despertaría también a Melody.
----¡Dra. Méndez! ¡Lo
logramos! La humanidad esta salvada.—dijo el Dr. Krauss.—bueno en cuanto
figuremos como despertarlos.
Ella bajó el rostro y una última
lágrima que rodara por la mejilla de la
Dra. Méndez comenzaba a evaporarse. Sonrió y también lloró un poco. Estaba
decidida a darle una oportunidad a Melody.
Esa noche no lo pensó más,
entraría en el laboratorio, tomaría la muestra que contenía la cura y la
inyectaría a Melody. Al día siguiente yacía el cuerpo menudo de la niña del
cual salían cualquier clase de tubos y cables conectados a monitores que medían
sus señales y Elsa estaba a su lado, leyendo electrocardiogramas y acariciando
la frente de la niña. De repente, la aguja del ECG, mandaría lecturas
exorbitantes, su corazón latería rápidamente, haciendo sonar alarmas. Era
demasiado tarde, la cura no actuaría en su cuerpo minado por el cáncer y la
niña exhalaría su último aliento contaminando el aire con un virus malévolo del
sueño que progresivamente afectaría a todos menos a Elsa y a Tenorio.
En el trabajo, Tenorio
empezaba a observar que sucedían cosas extrañas. Personas que llevaban ahí años
empezaban a verse agotados. Cada vez iban menos clientes al restaurante y los
nuevos empleados pedían descansos a cada rato. El gerente pronto comenzó a
exasperarse y a despedir gente. Se respiraba
un cansancio crónico, inexplicable. La situación llegó a un grado
absurdo al ver como en el área de juegos los niños se desplomaban como si les
apagaran un interruptor y los padres asustados subían a sus coches y
desaparecían.
El siguiente día, camino al
trabajo observó a las innumerables aves
que yacían inconscientes en el suelo o caían fulminadas.
Al principio Tenorio pensó
en el calentamiento global o la contaminación o una fuga de gas. Al seguir
caminando observó varios choques donde los tripulantes apenas si se molestaban
en salir del coche. En el primer choque se asustó e intentó ayudar, pero
después se daba cuenta que los tripulantes quedaban inconscientes. De repente
todo mundo comenzaba a desplomarse como muñecos de trapo.
El pueblo en el que vivía se
sumergiría en un denso silencio sepulcral.
Al contrario de lo que
pensaría la situación le daba cierta felicidad. Estaba solo y podía hacer lo
que quisiera. Al entrar al trabajo lo primero en lo que pensó fue en Scarlet,
de grandes senos y ojos verdes seductores, un verdadero portento de mujer. La
buscó por todos lados, en el vestíbulo, en la sala de juegos. Recordó que
siempre antes de comenzar su turno, se dirigía a los vestidores, atrapando la
mirada de los compañeros, contoneando su cuerpo, luciendo sus bellas piernas y
blusas escotadas. Vestía como prostituta redimida, utilizando su energía
atendiendo a clientes desesperados, evitando a ex novios insatisfechos,
ansiosos de perderse de nuevo en esas formas prohibidas, que despedían lujuria
en su fase más temprana.
Al entrar a los vestidores
observaría a sus compañeras a medio vestir tiradas en el piso. Pudo observar a
Tide en bóxers que decían “Cómeme” en la parte frontal, dejando ver un seno
blanquecino con la aureola color rosa. Cuerpos semi desnudos y más allá
Scarlet.
Se acercó conteniendo su
respiración, estaba agitado. Primero se acostó a lado de ella, observando la
calma con la que yacía angelical, luego se acercó a su rostro, sintiendo el
cálido aire que salía por su nariz y besó sus labios. Un largo beso probando
las texturas de su boca, succionando su lengua yerta. Metió una mano por debajo
de la blusa y rodeó un seno voluptuoso, levantó su camisa y pudo ver su
brassiere color blanco, lo desabrochó por detrás y observó esos senos perfectos
y redondos como toronjas, acercó su rostro y se posó entre ellos, oyendo su
corazón. Alzó la falda y se deshizo de sus pantalones. Intentó entrar por entre
sus labios vaginales estaban cerrados, herméticos, utilizó su boca y su lengua
intentando abrirlos y cuando sintió que los músculos estaban más relajados,
entró en ellos suavemente, palpaba su pecho, besaba su boca, respiraba en su
cabello, tuvo un orgasmo dentro de ella que lo hizo ver destellos. Después
dormitó, perdió noción de tiempo y espacio mientras completaba la jornada,
poseyendo a todas sus bellas compañeras, suspendidas, sumergidas en un sueño
profundo.
Parecía que la tranquilidad
tan ansiada era reemplazada por una sensación más dulce y cálida. Ahora
entendía que el caos, tenía sentido si este producía placer.
Elsa reconocería su error.
Había actuado impulsivamente y se odiaba por ello pero más odiaba a la
Naturaleza malsana que le había arrebatado la vida a esa pobre niña indefensa.
Ya no tenía lágrimas pero aun así seguía llorando, con espasmos que la
doblaban. Había causado una calamidad y se sentía la más sola del mundo. Llamó
a su casa esperando oír la suave y ronca voz de Marco. En cambio sonó esa
grabación que le pareció ridícula de ambos riendo y pidiendo dejar el mensaje
con los datos para comunicarse después.
Caminó con el cuerpo de
Melody por las calles desiertas de Londres y observó un paisaje sepulcral.
Cuerpos regados por todos lados, televisiones encendidas en las tiendas, cuando
parecía que había señales de vida eran sólo la música del radio de algún coche o
las maquinas en las fábricas, o las alarmas de los establecimientos donde
autobuses habían chocado. No había señal de vida, ella misma quería dejar de
existir pero de pronto una idea cruzó su cabeza, si todos estaban dormidos ¿Por
qué ella seguía despierta? Y una idea que la conmovió desde adentro e hizo que
los quejidos acabaran. Si ella estaba despierta seguro habría alguna o varias
personas más. Por un momento la esperanza llenó su corazón. Pero primero
tendría que sepultar a Melody y lo haría lo más rápido posible.
Estaba por terminar de cavar
el hoyo. Estaba sudorosa y resoplando. De pronto oiría un risa.
-“Melody” – pensó. Afuera no
había nadie. La sábana con la cual había cubierto el cadáver de la niña ahora
estaba tirado en el piso.
- ¡Melody!- gritó. - ¡Ven,
pequeña! –
Había escogido el bosque
cerca del lago artificial y ya había empezado a oscurecer. De pronto sintió una
angustia profunda. Escucharía como ruidos de un animal comiendo. Separó los
matorrales y vería a Melody comiendo lo que parecía un cadáver de algún animal.
Elsa casi se desmayaría del susto. Melody o al menos lo que quedaba de ella
gritaría espantosamente dejando ver su boca llena de sangre negra coagulada.
Despertaría con los rayos
del sol lastimando su cara. Al incorporarse se tomaría la cabeza con una mano.
Tenía jaqueca. De pronto todo vino a su mente. Melody o lo que fuera la
atacaría. Recordó haber forcejeado con ella. Sintiendo los dientes de Melody
casi arrancándole la nariz. Recordaría también haber tomado una piedra y con
ella golpear a la niña en la cabeza. Recordaría también haber llorado hasta
perder el conocimiento.
Desesperada, correría al
laboratorio, despavorida pensaba en lo que acababa de suceder.
Se dirigió al hospital Santa
Rosa que estaba cerca de la clínica y de donde les mandaban pacientes que
quisieran una alternativa de tratamiento al recibir las funestas negativas de
los diagnósticos finales. Ahí estuvo por más de cuarenta y ocho días utilizando
todas sus fuerzas para traer gente, niños, mujeres y hombres y ponerles suero
intravenoso, esperando perfeccionar el antídoto para el sueño que habían estado
desarrollando. Pero antes tenía que dormir, nunca se había sentido tan
desolada. A pesar de estar extenuada hasta casi perder el sentido, el pánico no
la dejaba dormir así que tuvo que tomar somníferos, para esto reunió todos los
despertadores que había el hospital y los preparó a activarse a las diez de la
mañana, eran las cinco de la tarde en ese momento.
Tenorio, observaba
televisión en el cuarto de exhibición del centro comercial. Había decidido
vivir allí. Vestía una bata de seda de las más caras y bebía champagne directo
de la botella. En la pantalla observaba caricaturas de humor ácido y reía a
carcajadas, embriagado, de repente besaba a la mujer que tenía a un lado. La
mujer parecía una muñeca de trapo.
-¡Vamos
mujer! No seas tan aburrida. Dale un trago. – y apuraba un trago
para él y otro para la chica
totalmente inconsciente. Se derramaría el líquido haciendo que Tenorio gritara.
-
¡Hey chica! Si no quieres tomar no
la desperdicies. ¡Caray con estas chicas! No saben nada.
Habían pasado dos días desde
que todo mundo dormía y a Tenorio le importaba un bledo. Vivía una vida de rey
sin que nadie le molestase. Solo veía capítulos grabados de sus series favoritas,
bebía, comía y follaba con las distintas mujeres, rubias, morenas, altas,
bajas, todas ellas inanimadas.
Terminando el capítulo donde
un ser humanoide y de color amarillo, calvo y regordete da de comer donas a su
perro. Incorporándose torpemente Tenorio se dirigió al baño, estaba ebrio y
tambaleante, tarareó una canción y después salió, al llegar a la cama la mujer
con la cual dormía estaba despierta, con una expresión de terror al verse
desnuda en una cama, en un centro comercial y más fue su sorpresa cuando llegó
Tenorio extrañado.
Mientras ella contenía un
grito de horror y asco al ver a Tenorio desnudo. Comprendió de inmediato que la
había violado y posiblemente drogado. Quiso gritar pero de su garganta no salió
sonido alguno. Tenorio se acercó y ella en un reflejo tomó el cuchillo que
estaba a su lado y lo amenazó. Entonces él tomó la sábana de la cama y la
enfrentó. Rápidamente la desarmó y le asestó un golpe que la noqueó. La
amordazó.
¡Jesús! – dijo para sus
adentros.
Se dio un buen baño para
pensar las cosas con más calma y explicaría a la mujer la cuál desconocía, si
es que ella lo quería oír, la extraña sucesión de hechos, donde curiosamente
ella había acabado golpeada y amordazada. Lo que no sabía era que la había
golpeado tan fuerte que quedaría en coma. Al regresar, la mujer estaría
babeando sangre con saliva, en un estado deplorable. Tendría que buscar otro
lugar donde vivir.
Esa mañana, Elsa, siempre
intuitiva, se levantaría con una sensación extraña que la incomodaba. Una de
sus virtudes era bloquear sus sentimientos en situaciones difíciles. La muerte
de Melody, la soledad, la incertidumbre, toda la desolación causarían estragos
en el estado anímico de Elsa, tan acostumbrada a las contingencias. Recordaba
las palabras del Dr. Krauss, cuando se refería a que hacer en caso de una
epidemia, abordarían todos los aspectos técnicos pero olvidaron los aspectos
emocionales. Era devastador, su único impulso de vida estaba enfocado a
encontrar a otro ser vivo y empezar de nuevo.
Ese día como lo había hecho
los últimos días, se levantaba con la esperanza viva, peleando contra su propia
voluntad debilitada. Lloraba todos los días la muerte de Melody y la pérdida de
sus seres queridos. Dejando a un lado todo el dolor se concentraba en los pacientes,
si así se les podía llamar. Los bañaba, flexionaba sus extremidades, les empezó
a leer libros y revistas, empezaba a
sentirse ridícula hablándole a un ser humano en estado vegetal.
Un día soleado, estaba
leyendo una novela dramática donde después de una serie de errores conjugados,
dos hermanos terminan enamorados ante el horror de su familia, de la misma
mujer cuando de repente oyó un ruido en los cuartos contiguos. Se asustó no
pensó en la posibilidad de encontrar a alguien vivo y enseguida las dudas la
asaltaron, no tenía una arma. Temblorosa, tomó una bandeja de metal, en la que
sirven los alimentos y se dirigió a donde se oía ruidos de vasos cayendo,
cuando entró, observó al Dr. Krauss intentando levantarse del piso, al parecer,
había caído de su cama y al estar inhabilitado por varios días, sus músculos
difícilmente le respondían así que estaba imposibilitado para caminar o moverse.
Elsa experimentó un alivio parecido a un éxtasis religioso. La epidemia del
sueño era temporal, pronto todos despertarían. Esta horrible pesadilla
terminaría.
---¡Dr. Krauss! ¡Qué alegría
verlo!---la voz quebrada por la emoción de Elsa, rompió el silencio sepulcral.
Lo ayudó a levantarse y a
ponerlo de nuevo en la cama. En sus ojos vio confusión y dulzura.
--¿Qué ha pasado? No logro
recordar nada...el laboratorio...las alarmas… ¡Oh Dios mío! Las alarmas de
contingencia. ¡Elsa! Tienes que decirme exactamente qué pasó. ---aunque estaba
muy débil, la voz del Dr. se escuchó enérgica.
--Doctor, disculpe estoy muy
feliz de verlo, después de inyectar la cura a Mel...---El Dr. Krauss se
estremeció---En el nombre de Dios ¿Qué has hecho?---
---Doctor la cura funciona y
el sueño es un estado temporal. Si ha despertado, solo es cuestión de tiempo
para que los demás despierten. Melody murió, la enfermedad estaba demasiado
avanzada. Pero usted y los demás estarán bien. – dijo ocultando el suceso donde
volvería a la vida como un ser demoniaco.
En el transcurso de la
plática, Elsa detectó un aroma extraño emanando del cuerpo del Dr. Krauss, algo
parecido al olor que se encierra dentro de un refrigerador descompuesto,
dulzón, nauseabundo, lo atribuyó a la falta de higiene, debido a que tenía
muchos pacientes en el hospital y tal vez había olvidado darle un baño a su
colega.
--Venga Dr. tiene que
recuperarse pronto, le prepararé algo de comer y después esperaremos a que
despierten todo mundo.----la voz de Elsa se oía animada.
De pronto el Dr. Krauss
sacudió su brazo, Elsa lo miró extrañada y trató de acercarse pero la mirada
del Dr. hizo que ella retrocediera, el olor dulzón ahora era parecido al
excremento, contuvo las ganas de vomitar.
---Elsita---la voz cavernosa
del Dr. hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Elsa---no me siento
bien.
---Ven, por favor,
abrázame---Elsa no podía hablar, las náuseas eran cada vez más fuertes, dado
que no había alimento en su estómago, las arcadas le producían dolor, se alejó.
Pero una mano la apretó del brazo como una pinza.
---Elsita le estoy
hablando-la voz cavernosa y el olor nauseabundo petrificaron de horror a Elsa
que forcejeó y se logró soltar, se tropezó y observó que el Dr. Krauss vomitaba
algo asqueroso y negro, parecido a las aguas de alguna cloaca.
---En serio no me siento
bien---dijo el Dr. Krauss escupiendo en la cara de Elsa.---La llevaré a un
lugar muy hermoso---diciendo, esto intentó estrangularla, Elsa tomó la bandeja
de metal que estaba cerca y con ella le asestó varios golpes en la cabeza que
se sentía extrañamente como una calabaza. Explotó, lanzando fragmentos de materia
oscura por todos lados, el cuerpo sin cabeza del Dr. Krauss seguía moviéndose y
las manos estaban asidas a su cuello. De pronto todo se volvió oscuro y
perdería el conocimiento.
Tenorio había decido vivir
en un pent-house. Los cuerpos en las calles empezarían a descomponerse y
expeler un ambiente irrespirable así que en el último piso de ese gran edificio
todavía se podía respirar aire limpio.
Había notado que las mujeres que estaban a su lado despertaban, como las
tenía amordazadas y amaradas a las camas pues solo se oía cuando empezaban a
gritar, luego duraban exactamente treinta minutos normales y luego el olor a
excremento, luego se convertían en seres repulsivos y violentos, a las cuales
tenía que matar o se convertiría todo en un batidero de vómito negro y podía
ser peligroso si alguna de ellas se soltaba.
La situación con la chica anterior lo tenía sin cuidado, había
encontrado bastante placentero copular con cuerpos inanimados y ahora las ataba
a la cama por si volvía a suceder lo mismo no tendría que golpear a nadie.
Entraba y salía de esa
calidez, le enloquecía hacerlo con Marlene, otra de sus compañeras, alta,
esbelta, de pequeños senos con aureolas rosas.
---Te gusta, que rico
sientes ¿verdad?---jadeaba Tenorio, inflamado de deseo, mientras tomaba ese
cuerpo inanimado. Se detenía para observar su desnudez, el poco vello que
recubría todo su cuerpo y sonreía de placer. Ese día se sentía romántico, había
veces que le gustaba golpearlas, en el trasero hasta dejarlo enrojecido o jalar
el cabello hasta arrancar algunos mechones. Al fin y al cabo no sentían nada y
él encontraba el placer de usar su fuerza en esos bultos eróticos.
Volteó el cuerpo de Marlene
y observó ese trasero redondo, después de realizar toda clase de perversiones
empezó a notar un aroma dulzón, ligeramente descompuesto.
Estaba encima de ella y no
quería parar, se cubrió la cara con un trapo y siguió penetrándola, de pronto
ella despertó. Estaba amordazada y atada de brazos y piernas. Tenorio la golpeó
una vez haciéndole saber que no pararía, Marlene, forcejeaba en vano, no tenía
fuerzas así que después de un rato el cansancio la derrotaría, rogó
interiormente porque todo ello terminara rápido. Tenorio posesionado, haría
cosas impensables con Marlene despierta. Ella terminaría perdiendo el
conocimiento, pero llegó un momento en que el olor dulzón se convirtió en olor
en excremento. Siguió martirizándola ignoto de su condición hasta que los
gritos de Marlene se convirtieron en algo parecido a rugidos, roncos, de
ultratumba, de su boca salían espumarajos negros, Tenorio, eyacularía en su
interior segundos antes de meterle un balazo en la cabeza. Los ojos de ambos
eran color blanco.
---¡Qué carajo!--- dijo
dificultosamente y saltar de la cama. ---¡Maldito fenómeno!---respiraba trabajosamente.
–Tendré que irme de nuevo, esto ya no es
divertido.
Cuando Elsa despertó, gritó
de terror, el cuerpo del Dr. Krauss seguía encima de ella, pero ahora estaba
inerte, se pudo zafar rápidamente e ir al baño, sentía muchas nauseas, el
vómito negro estaba en sus ropas y todavía estaba confundida y desvalida. Al
asomarse a las calles vería gente caminando,
algunos con el vómito negro en las camisas, otros corriendo
despavoridos. Eventualmente todos los que despertaban se convertían en seres
agresivos. Llena de pavor, atrancaría puertas y ventanas, viviría en el
hospital y después de dos semanas, sobrevivirían solo algunas personas, a las
cuales mantenía atadas a las camillas, mantenía a los pacientes aislados, en
cuartos con llave y eventualmente medía sus signos, cambiaba el suero, les
inyectaba antibióticos. Notó que al despertar, los pacientes experimentaban
treinta minutos de lucidez, luego, era mejor correr. Se tornarían agresivos y
ultra violentos. Algunas veces les concedía la eutanasia, era demasiado ver la
transformación de seres humanos a esas “cosas”, nadie merecía una muerte como
tal.
Su último paciente, Marco
aún dormía, estaba en los huesos, lleno de llagas producidas por la salinidad
del sudor que corroía la piel. Estuvo pendiente al momento de que Marco
despertara y tardó dos días. Sus primeras palabras la hicieron llorar.
--Te ves más hermosa que
nunca—intentó levantar un brazo para acariciar su cara, pero debilitado, su
brazo sólo se levantó unos centímetros.
--No sé qué pasó pero estuve
soñando contigo, corríamos entre bosques, nadamos en mares, nos besamos a la
luz de la luna--- dijo con voz débil.
Elsa trató de resumir lo que
había pasado en unas cuantas líneas. Sabía que tenía el tiempo contado. Pronto
el olor dulzón molestaría su olfato. Era hora de darle a Marco un poco de
paz, besó sus labios agrietados, como
los de un errante deshidratado, las lágrimas de Elsa refrescaban su rostro. –Te
amo- pronunció Marco con voz cavernosa.—Yo te amo también dijo Elsa---
convulsionada por el dolor. La aguja entraría en el minúsculo tubo que se
conectaba por un extremo al suero y
terminaba en las arterias de Marco, donde la sangre se tornaría negra y
si no se apresuraba efervescería por sus ojos, nariz y boca. –Te amo como nunca
amaré a nadie---dijo Marco antes de desvanecerse en la eternidad.
Elsa no pudo más que desear
una muerte rápida para ella también. Tenía en su mano los potentes somníferos
con los que dormían a los perros en experimentación, sabía que si los tomaba y
ponía una bolsa en su cabeza eventualmente su corazón dejaría de latir, sin
dolor, sin miedo.
Los próximos días serían un
infierno viviente y si quería seguir viva tendría que reunir todas las fuerzas
posibles. Tenía la esperanza de encontrar a otro ser vivo. Sabía en su interior
que había alguien más.
En ese momento oiría
disparos y gritos. Observaría a Tenorio disparando a los seres que se
arremolinaban a su alrededor. Corrió entonces a la salida, no sin antes evadir
seres que le arrojaban ese vómito negro.
Le hizo señas y Tenorio
logró verla, le dijo que bajara con ella que utilizara la manguera de
incendios.
Elsa así lo hizo pero tenía
que correr por el laboratorio para llegar a la sala de espera donde estaba la
manguera. Al pasar por el laboratorio, observaría a “Fríjol” y a “Maíz”, se
había olvidado completamente de ellos,
estaban despiertos, gemían. Elsa cargó a “Maíz” y lo llevó con ella a la
sala de espera, podría huir con Tenorio y con el perro sin cáncer y totalmente
despierto, podría enmendar su error, erradicando el cáncer. Tomó la manguera y bajó con el perro, cuando
se acercó a Tenorio, él percibiría el hedor a excremento de perro que Elsa
pisaría accidentalmente, para él sería señal de que estaba infectada.
---¡Oh mierda! ¡Muere
basura!---dispararía directo a la cabeza de Elsa.
“Maíz” caería al piso
emitiendo un gemido, Tenorio, en un acto de bondad inusitada levantaría al
perro, hasta su rostro.
---Vamos amiguito, no tienes
nada de qué preocuparte---
La mirada del cadáver de
Elsa se perdía en el infinito.
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